El mundo no ha cambiado su posición respecto a los combustibles fósiles, solo se ha adaptado con una transición lenta para, lo que deja abierta la continuidad del uso de petróleo y gas natural como la base económica del mundo.

México se ha quedado fuera del negocio ante la falta de una política real de transición.

Espera que en 2030 la demanda de petróleo crudo sea de alrededor de 110 millones de barriles diarios, de los cuales 85 por ciento será para producir combustibles.

Un estudio reciente de Wood Mackenzie, con diversos escenarios posibles, confirma la dependencia del mundo a los hidrocarburos y que la transición energética, basada en dejar a los combustibles fósiles, estará tendrá una implementación lenta, y puede estar en pausa en algunos países, derivado de las políticas actuales y la falta de dinero suficiente para realizarla.

El estudio indica que los combustibles fósiles siguen siendo más baratos y accesibles que muchas alternativas con bajas emisiones de carbono para generar energía.

La inflación y las presiones presupuestarias han debilitado la determinación de los gobiernos, las empresas de duplicar el gasto anual hasta los 3.5 billones de dólares que se estima que se necesitan para construir un sistema energético con bajas emisiones de carbono, y cumplir así los objetivos del Acuerdo de París. La salida de Estados Unidos de diferentes acuerdos ambientales pone en juicio la realidad de dejar los combustibles fósiles, recordando que el país de las barras y las estrellas es el mayor productor mundial de petróleo crudo y gas natural, además de tener un alto consumo de combustibles como la gasolina (mil 431 millones de litros diarios).

Luego del incremento en la demanda de petróleo crudo y gas, se prevé que disminuya lentamente en el próximo lustro, a partir de mediados de la década de 2030 en adelante. Pero no sería una caída abrumadora y tajante a menos que hubiera el dinero y voluntad por parte de los países para llegar a la meta de cero emisiones.

En 2040 la demanda mundial de petróleo, según proyecciones, puede situarse en el nivel actual de 105 millones de barriles diarios. Pero a partir de esta fecha existe un futuro incierto que dependerá de la planeación presente.

Para realizar una transición energética, fundamentada en la electrificación, es inconmensurable utilizar el gas natural como base fundamental. Actualmente existe un consumo a escala mundial de más de 380 mil millones de pies cúbicos diarios y se espera que para 2050 llegue a 450 mil millones. La realidad de la transición.

A escala mundial, el petróleo crudo y el gas natural se seguirán utilizando. México quedó fuera del negocio de los hidrocarburos al centralizarse en un mercado interno de autoconsumo, el cual depende de las tecnologías disponibles, basadas en la contratación por parte de las empresas del Estado para tener infraestructura, operatividad, mantenimiento, modernización y, sobre todo, experiencia.

¿De dónde vendrá el suministro adicional?

Petróleo crudo: países de Medio Oriente y de Estados Unidos, que son los más capaces de aumentar la oferta. Ambos cuentan con inversionistas que suelen brindarles apoyo, acceso al capital y libertad para actuar, dado que hay menos problemas sociales, ambientales o de acceso que en otros lugares.

Gas Natural: provendrá principalmente de Estados Unidos, y esto abre la posibilidad de que ese país tenga el control del comercio del gas natural licuado (GNL), cuyo objetivo es abastecer los 40 millones de toneladas anuales (6 por ciento) de demanda adicional mundial de GNL, lo que ejercerá una presión al alza sobre los precios internos del gas Henry Hub, y puede elevar las actividades de extracción como hoy se establece en la política energética nacional.

La transición energética está en proceso de desacelerarse en el corto plazo debido a las inversiones menores a las esperadas en energías limpias, una demanda creciente de energía y un renovado enfoque en seguridad y asequibilidad energéticas en lugar de en sostenibilidad. Esto abre la puerta a más inversiones en fuentes de energía convencionales como petróleo y gas. Debido a esto debemos considerar lo siguiente que indica el estudio:

  1. Las empresas con mayor peso en el petróleo serán las ganadoras: las operadoras con una larga trayectoria petrolera y exposición a oportunidades de bajo costo en Medio Oriente (las petroleras nacionales que poseen recursos) y en el petróleo de esquisto bituminoso de Estados Unidos (las principales petroleras estadunidenses y las mayores independientes) estarán en una posición ideal de mantener su hegemonía ante la falta de una política clara de dejar a los combustibles fósiles por parte del mundo.
  2. La tolerancia al riesgo aumentará: a medida que los fundamentos del sector upstream se fortalezcan, el sector se sentiría más cómodo con proyectos más grandes, más complejos y de más largo plazo, con más riesgo en la superficie. Esto puede incluir la adopción de mayores participaciones de capital, más exploración y nuevas entradas regionales. Los operadores estadunidenses buscarán internacionalizarse, mientras que algunas grandes petroleras europeas sumarán exposición al mercado onshore estadunidense. Sin embargo, el sector no puede darse el lujo de perder su foco en la resiliencia financiera para respaldar los dividendos y la inversión, es decir, asegurar la energía de un país para el futuro.
  3. La disciplina y la eficiencia seguirán siendo rígidas: los operadores seguirán siendo responsables de los sobre costos y las demoras. La mayoría seguirá intentando escalonar los proyectos siempre que fuera posible, minimizar el capital improductivo y mantener los plazos de amortización lo más breve posible. Lo mismo sucederá con los activos maduros, que se verán sobrealimentados por los precios más altos. Pero el sector estará deseoso de ejercitar sus nacientes músculos de inteligencia artificial para mantener los costos y las emisiones manejables.
  4. La financiación de la industria de petróleo y gas se volverá más fácil: los inversionistas y prestamistas no podrán ignorar la mejora de los fundamentos de inversión. Algunos se verán tentados a relajar los estrictos criterios de concesión de préstamos impuestos al sector. Pueden resurgir modelos de negocio de nicho, como los de exploración pura o los especialistas en activos maduros. Pero, si bien los prestamistas volverán a centrarse en parámetros operativos, como la vida útil de los recursos y la longevidad de la producción, para la mayoría los criterios de concesión de préstamos para la reducción de emisiones no serán negociables.

Por Ramses Pech – Grupo Caraiva – Grupo Pech Arquitectos