En lo que va del 2016 el peso se ha depreciado 9 %, alcanzando un máximo histórico de 18.80 pesos por dólar en cotizaciones interbancarias a la venta. Por su parte, el precio del petróleo ha caído 30 % en donde la mezcla mexicana de exportación cotizó durante un día debajo de 20 dólares por barril (dpb), su menor nivel desde el 2003. Los que nacimos antes de 1994 relacionamos estos datos con la idea de crisis. Sin embargo, ahora México es distinto en varios sentidos: para empezar las crisis se daban en nuestro país debido al régimen cambiario, que no era de libre flotación y obligaba al Banco de México a inyectar dólares para mantener la paridad en los niveles “deseados”. Lo anterior provocaba el agotamiento de las reservas internacionales y subidas en la tasa de interés (por el mayor riesgo), a la par de un déficit en cuenta corriente financiado vía la cuenta de capital con inversión extranjera de cartera. Además, México vivía con sobreendeudamiento al que se hacía frente emitiendo más pesos. Las crisis eran entonces consecuencia de un elevado nivel de endeudamiento y sobrevaluaciones de la monda que terminaban colapsando a la balanza de pagos. El gobierno finalmente tenía que devaluar el peso para detener las fugas de capitales y pedir ayuda al FMI para hacer frente a sus obligaciones. Las caídas en el precio del petróleo también fueron determinantes de las crisis de 1976 y 1982 debido a que las finanzas públicas dependían de los ingresos petroleros en aproximadamente 40 %. Desde 1994, México tiene un régimen cambiario de libre flotación (o flotación sucia por las intervenciones de la Comisión de Cambios) que funciona como “amortiguador” para la economía ante los eventos externos que causan miedo entre los inversionistas. La cuenta corriente sigue siendo deficitaria y financiada, vía inversión extranjera de cartera, que representa un arma de doble filo. No obstante, la estabilidad económica (aunque con bajo crecimiento), política (con sus asegunes) y social, comparada contra otras economías, hace muy poco probable una fuga de capitales. En un artículo reciente del FMI destaca que las entradas de capitales en los países emergentes dependen muy poco de su situación, pero las salidas están determinadas por el nivel de deuda pública. Así, las depreciaciones actuales del peso no pronostican una crisis segura. Tampoco las caídas en el precio del petróleo, las cuales afectan a los ingresos del gobierno que probablemente tendrá que recortar su gasto público, pero en un pequeño porcentaje (se estima en menos de 1 %). Si los datos no mienten, la deuda pública externa, aunque se ha incrementado en los últimos años, no representa aún un porcentaje alto del PIB y además, las emisiones se han hecho a mayor plazo, lo cual genera menos presión, financieramente hablando. Lo que sí es un hecho es que China se seguirá desacelerando y es probable que esto propicie crisis en Brasil y en los países asiáticos que dependen del comercio con China. Asimismo, el precio del petróleo se espera baje hasta 20 dpb cuando Irán entre al mercado exportador y esto podría llevar a una crisis a los países petroleros como Rusia y Venezuela, entre otros. Por lo anterior el tipo de cambio tiene una alta probabilidad de seguir al alza, amortiguando los choques externos en nuestra economía.   Economista en Jefe. Análisis Económico Banco BASE