La tasa de fecundidad de las mujeres mexicanas ha disminuido en los últimos 20 años, al bajar de 2.9 hijos por cada 1,000 mujeres en 1999 a 1.9 hijos por cada 1,000 en 2019, reflejo del mayor control de la reproducción de las féminas con la intención de prepararse académicamente o de incorporarse al mercado laboral para contribuir a los ingresos del hogar.

Sin embargo, este propósito se ha cumplido parcialmente a la luz de las estadísticas sobre la educación y la participación laboral de las mujeres, conforme  a los registros del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Según el Censo de Población y Vivienda 2020, en México existen 35.2 millones de mujeres de 15 años y más con al menos un hijo vivo.

De entre las madres mexicanas, se advierte que aproximadamente 58%  tiene instrucción escolar básica –que implica primaria y secundaria—, mientras que 21% tiene estudios de nivel medio superior o bachillerato. Solo un segmento de 17% ha logrado ingresar a la universidad para adquirir una profesión.

Sin embargo, en el caso de las madres indígenas, la situación es más compleja, ya que en este grupo de población 26% es analfabeta, mientras que 62% tiene estudios de primaria.

En el aspecto laboral, las mexicanas con hijos nacidos vivos cada vez más han ingresado a las actividades productivas. La tasa de participación económica de las madres en general es de 42%, pero en el caso de las madres de extracción indígena la proporción es de 28%, refiere el INEGI.

En ambos casos, se advierte que la tasa de participación es menor que la de los hombres, ya que este grupo de población reporta un promedio de más de 50%.

Cuando se revisan las cifras sobre el nivel de ingresos que perciben las madres mexicanas, se advierte que la mayoría obtiene remuneraciones con montos equivalentes desde uno y hasta tres salarios mínimos. De esta forma, 4 millones 883,553 madres trabajadoras ganan un salario mínimo; 4 millones 948,049 hasta dos salarios mínimos y solo 1 millón 778.9 perciben hasta tres salarios mínimos.

Esto se explica por el tipo de ocupaciones que desempeñan la mayoría de las madres trabajadoras, generalmente relacionadas con el comercio y los servicios –restaurantes, preparación de comida, comercios, corte de cabello, confección de ropa, limpieza del hogar, entre otros—, que se consideran de baja calificación y baja remuneración.

Si bien antes de la pandemia del Covid-19 la situación económica de las madres trabajadoras de México era compleja, con el impacto de la enfermedad en las actividades sociales y productivas las condiciones de las mujeres que trabajan se han agravado.

En su reporte “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad” la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) refiere que, con una caída de la economía latinoamericana de 7.7% en 2020, el desempleo femenino se ubicó en 22.2% en 2020, lo que implica un incremento de 12.6 puntos porcentuales respecto a 2019.

Esto se explica porque las mujeres se ocupan en las actividades más afectadas por las medidas de confinamiento, suspensión de actividades, así como de cierres de fronteras y cancelaciones de vuelos internacionales que han asumido los gobiernos para controlar la enfermedad, tales como turismo, comercio al menudeo y al mayoreo, trabajo doméstico, salud, educación y en menor medida la industria manufacturera.

En el caso de México, este fenómeno coloca en condición de riesgo a 65.2% de la fuerza laboral femenina, contra 44.9% de la planta laboral integrada por hombres.

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Además, habrá que considerar que no siempre las mujeres trabajadoras consiguen una fuente de ingresos en la economía formal, por lo que se ven en la necesidad de ingresar al sector informal, mismo que se encuentra ligado al comercio y a los servicios.

Sin embargo, se ha visto que la pandemia del Covid-19 también afectó a los pequeños negocios informales, generalmente dependientes de la movilidad de personas en la vía pública, por lo que las medidas de confinamiento también cobraron una factura a la informalidad, con el consecuente daño para la ocupación de las mujeres que trabajan, advierte la Cepal.

GC