Durante su ponencia en la sede de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el presidente Enrique Peña Nieto aseguró que quien no está dispuesto a asumir los retos y afrontar las consecuencias no debe entonces emprender un programa de reformas porque ahí radica la diferencia entre solo llegar a administrar o para gobernar y reformar, esta declaración forma parte de las lecciones para llevar a cabo las reformas estructurales. En una larga exposición jefe del Ejecutivo enfatizó que un verdadero proceso transformador implica necesariamente costos para quien lo promueve, por lo que presentó un decálogo de lecciones derivadas del proceso cambio.
  • Entre más pronto mejor

Es imperativo aprovechar el mandato electoral, sobre todo durante las primeras semanas e incluso días de gobiernos para darle un impulso decisivo a las reformas. Proceder así incrementa así las posibilidades de éxito en la negociación y el aumento del respaldo ciudadano al programa de cambio en la etapa crucial de acuerdos en otras fuerzas y en el ámbito legislativo.
  • Más es mejor

En México la discusión acerca del número de reformas que conviene proveer simultáneamente resultó ser un falso debate. Quererle poner un límite al razón del número de reformas a lograr francamente era un debate ocioso. Más bien fue la voluntad de las partes involucradas de distintas expresiones políticas de advertir el diagnóstico que se tenía sobre México.
  • Mantén a los beneficiarios de los cambios cerca y muy activos

Todo cambio estructural enfrenta la resistencia de quienes pierden privilegios adquiridos previamente. La mejor forma de neutralizarlas es contar con el apoyo explicito de los sectores que habrán de beneficiarse con la implementación de las transformaciones y a veces cuesta mucho trabajo encontrarlos y alentarles para que se muevan y sean actores, participantes en la defensa de esa reforma.
  • Ten a un equipo calificado de tu lado

Para poder materializar o poder alcanzar esta agenda hay que tener un equipo calificado para realmente lograr su concreción y su implementación. Debe contarse con un grupo de negociadores expertos en cada uno de los ámbitos que serán reformados y es esencial que los negociadores estén convencidos de los méritos de las reformas y comprometidos para trabajar y hacerlas realidad.
  • En caso de duda, actúa

La democracia no supone unanimidad, siempre habrá resistencias, perspectivas diferentes y cuestionamientos a los cambios propuestos. Hay que saber negociar pero entendiendo que el límite de las negociaciones llega cuando no se avanza y se vuelve impostergable la toma de decisiones aún sin haber logrado el mayor o amplio consenso. Los beneficios para la sociedad de una reforma estructural así lo justifican, indicó el presidente.
  • Comunicar más nunca es demasiado

Una difusión amplía de información sobre los fines, alcances y beneficios de las reformas es francamente una inversión valiosa. El proceso reformador exige una intensa labor de análisis, argumentación, cabildeo político pero sólo será exitoso pero si los actores políticos y los ciudadanos conocen y comprenden lo que está en juego. Las lagunas de información en esta era de la redes sociales suele ser aprovechada a los opositores a una reforma y resulta más difícil corregir una versión distorsionada, una vez difundida, que argumentar los méritos de la reforma desde el principio.
  • La última palabra siempre la tendrán los tribunales

Es indispensable cuidar cada detalle técnico y dar solidez legar a todas las medidas consideradas en un proceso de reformas a fin de blindarlos frente a los recursos jurídicos que seguramente se interpondrán para descarrilar los cambios.
  • El orden de los factores puede alterar el producto

Las secuencia de las reformas importa, la configuración y duración de las alianzas política puede variar dependiendo del orden en que se aprueben o se instrumenten los cambios estructurales. Se debe tener presente que en el camino de las reformas se van a ir perdiendo aliados.
  • El cambio es su propia recompensa

Lograr los cambios es difícil pero el esfuerzos valen la pena. Una vez realizadas las reformas los ciudadanos verán los frutos, eventualmente verán por sentado ese orden. Esto también demuestra que se ha creado confianza y por ende, observancia a las nuevas reglas.
  • Para ganar hay que arriesgar

Un verdadero proceso reformador implica necesariamente costos para quien lo promueve. Quien no está dispuesto a asumir los retos y afrontar las consecuencias no debe entonces emprender un programa de reformas porque ahí radica la diferencia entre solo llegar a administrar o para gobernar y reformar.