Después del terrible fallo de Brexit y las elecciones en EU, la primera vuelta de las elecciones en Francia ha sido el primer triunfo de las encuestas este año, lo que nos hace querer comenzar a confiar nuevamente en ellas. Las encuestas señalaban que tanto Macron como Le Pen serían los candidatos para la segunda vuelta y sucedió. Al igual que pasó con Brexit, el impacto directo de las elecciones en Francia hacia México es bajo; sin embargo, de vistas a 2018 es momento de tomar en consideración y analizar el movimiento social actual en el mundo, para prever lo que puede ser una realidad en 2018. Para la primera vuelta de las elecciones francesas, había cinco candidatos, pero cuatro más importantes. Se ubicaban en puntos distintos dentro de su espectro político y económico, con ligeros puntos en común. Marine Le Pen representa la extrema derecha, anti Unión Europea, enemiga de mayor migración, abierta a un acercamiento con Rusia. Por el contrario, Jean-Luc Mélenchon representaba la izquierda más radical a favor de los refugiados sirios, matrimonios igualitarios, con una economía más nacionalista y no muy a favor de la Unión Europea. Francois Fillon era más partidario de una economía más abierta pero con tintes a favor de una mayor identidad nacional y quien proponía soluciones agresivas a los problemas socioeconómicos. Y Emmanuel Macron, un socialista liberal, a favor de la Unión Europea, del comercio abierto, cercano a Alemania, pro negocios y a favor de la migración. De todas las propuestas sociales, políticas y económicas, los únicos dos candidatos que básicamente no coincidían en nada, son los dos que pasaron a la segunda vuelta: Le Pen y Macron. Así, nuevamente vemos un país dividido y unas elecciones con candidatos muy distintos. Esto no es diferente a lo que vimos en Brexit y en EU. A diferencia de estos otros episodios, las encuestas en Francia fueron acertadas. Si bien, los mercados financieros se tensaron previo a la elección ante la posibilidad de que cualquiera de los dos candidatos más extremos triunfaran, el resultado ha sido interpretado como positivo. Analistas, encuestas y los mercados financieros estiman que Macron ganará la segunda vuelta el 7 de mayo, con algunos pronosticando la posibilidad de triunfo en 65%. De momento, los mercados financieros han reaccionado positivamente y las primas de riesgo en Francia y Europa han disminuido, reflejando que el sector financiero no quiere el tercer presidente con corte extremo dentro de los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU ni del G20 (Trump y Putin los otros dos). Macron no lo tiene tan sencillo. Ambos candidatos para la segunda vuelta son candidatos no convencionales. De hecho, es la primera elección en donde ninguno de los dos partidos más grandes en Francia pasa a la segunda vuelta. Para Macron, el beneficio de ser parte de un partido nuevo, es su propia desventaja. Para poder realizar todas las reformas que ha propuesto necesitaría tener mayoría en la cámara, situación sobre la que tiene que trabajar fuertemente. Ha declarado que la mitad de sus candidatos serán nuevos y la otra parte serán políticos que decidan dejar sus partidos actuales. El apoyo de Fillon y Mélenchon será relevante y hasta cierto punto decisivo en las siguientes semanas. Le Pen representa la postura más extrema, las cuales recientemente han tenido más auge en Francia: anti migración, a favor de la lucha contra ISIS y una postura comercial y económica más proteccionista (difícil no ver la relación con Donald Trump y ya sabemos cómo terminó esa historia). Las lecciones del comportamiento del electorado en el mundo tienen que servir de ejemplo para México, a poco más de un año de las elecciones presidenciales. La sociedad mexicana vive un momento de total descontento político, un público perfecto para el movimiento conocido como antiestablishment (que se refiere a estar en contra de lo ya establecido, es decir, del status quo, en este caso político). Esto ha llevado a votantes en otros países a estar contra de la clase política actual y apostar por candidatos o políticas que hace varios años no hubiéramos imaginado que triunfarían. Llevando este movimiento a la escena local, no resulta nada difícil ver a un electorado enojado y tomando decisiones fuertes en 2018. Aunque en México el voto antiestablishment no cuenta con los mismos tintes que en Europa (xenofobia, terrorismo, mayor proteccionismo, etc.) o en EU, sí es un resultado del hartazgo social de una clase política corrupta. De momento, sólo un candidato se ha definido para la contienda presidencial en México; sin embargo, representa el antiestablishment, la posición más extrema y el partido que nunca ha gobernado a nivel presidencial. De momento, las encuestas apuntan a que AMLO tiene la mayor preferencia frente a otros posibles candidatos (si consideramos las encuestas sólo por partidos políticos y no por candidatos, Morena está empatada junto con el PAN, muy por encima del PRI). Es momento de no ver las elecciones en México como un fenómeno aislado, sino como parte de un movimiento social mundial. Es importante seguir de cerca cómo se desarrollan estos episodios en otras economías (también hay elecciones en Alemania este año) para ver la situación en la que las elecciones en México podrían desenvolverse. Si los gobernantes más extremos demuestran poca eficiencia en sus políticas (o inclusive pierden popularidad) y el cambio frente a políticos convencionales es marginal este movimiento antiestablishment perderá fuerza para 2018. Daniela Blancas