La ausencia del presidente López Obrador en la reunión del G-20 pone en claro que la agenda internacional no está dentro de sus prioridades. Lo preocupante es que México depende altamente del comercio global, la inversión extranjera y el turismo; además, es un jugador importante en la diplomacia internacional. No es un dilema de porqué no acudir, sino de la ausencia de una agenda y estrategia por la que valga la pena asistir. Como cualquier otro país, necesitamos del resto del mundo. En un entorno donde la guerra comercial y los problemas de migración se han vuelto el centro de la agenda local, el costo de que el presidente no haya asistido y estrechar lazos internacionales, buscar aliados y estrategias comunes, resultó elevado. Existen muchas criticas y dudas sobre la eficiencia y el alcance de los resultados y acuerdos que se dan en estos foros internacionales y son, hasta cierto punto, entendibles; ya que no existe ninguna ley global que obligue a cumplirlos. Sin embargo, también son un espacio idóneo para que los líderes del mundo expresen sus agendas locales, su disconformidad sobre ciertos temas y sobretodo, encuentren alianzas que los unan a la comunidad internacional. Para México esta reunión resultaba relevante por ser la primera de López Obrador, un líder del que el mundo conoce poco. Era una buena oportunidad para exponer a sus homólogos su posición sobre temas relevantes como: cambio climático, tarifas y aranceles, participación de inversión extranjera en proyectos domésticos, migración, turismo, marco institucional, entre otros. No dudo que los secretarios de Relaciones Exteriores y de la SHCP tengan las bases y el conocimiento para exponer la agenda del presidente; sin embargo, López Obrador ha tomado decisiones contrarias a las que representantes de su gobierno difundieron previamente (la cancelación del aeropuerto, por nombrar alguno). López Obrador ha sido claro en la alta dependencia que la economía mexicana tiene con EUA y la necesidad de diversificar el destino de sus exportaciones. Por lo tanto, perdimos la oportunidad de sentarnos en reuniones bilaterales y dar a conocer el “proyecto de nación”, de conseguir aliados frente a Trump, estrechar lazos con China, buscar fondos para proyectos de inversión o algún socio que se una al esfuerzo por contener la migración centroamericana. Por ejemplo, el presidente de Argentina, país que atraviesa nuevamente por una crisis política y económica, se reunió con jefes de estado de China, Francia y Holanda. El recientemente electo, presidente de Brasil, se reunió a puerta cerrada con Trump, Xi Jinping y Merkel para tratar temas específicos. El mundo necesita cada vez más líderes que usen la diplomacia, que destaquen las ventajas de la conciliación, la humanización de la política pública y la necesidad de minimizar la brecha económica y la pobreza. No se necesitan líderes que crean que las economías funcionan como economías aisladas y autosuficientes, sino entrelazadas, donde los acuerdos se alcancen cara a cara y no por carta. La actual administración se tiene que dar cuenta de que necesitamos del resto del mundo, la diversificación, la confianza del exterior y mayores colaboraciones intrarregionales, para potenciar las capacidades del país y hacer frente a los retos sociales que enfrentamos. Daniela Blancas