Desde que inició la invasión militar de Rusia en Ucrania, los precios internacionales del petróleo han subido de manera considerable. Entre el 24 de febrero y el 4 de marzo, el precio de los contratos del crudo de referencia Brent para abril ha aumentado 17%, al pasar de 94.42 a 110.46 dólares por barril. Los niveles alcanzados por el Brent, no vistos desde el 2013, reflejan el nerviosismo que existe en el mercado global de petróleo ante la posibilidad de que la demanda petrolera no pueda cubrirse plenamente.
En la coyuntura actual impera la percepción de que el crudo ruso es tóxico. Las sanciones que Occidente ha impuesto al país invasor han tenido un impacto en el ánimo de los operadores, quienes en sus transacciones diarias procuran sustituir el petróleo ruso por crudo de otras regiones. La posibilidad de que las sanciones se extiendan o que impacten directamente las compras o el suministro de Rusia, acrecienta el nerviosismo.
Conforme transcurre el conflicto y el presidente ruso Vladimir Putin mueve sus piezas, este escenario cada vez adquiere más forma. Justo en estos días, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, confirmó que el gobierno estadounidense discute de manera activa con sus aliados la posibilidad de prohibir las importaciones de petróleo y gas natural desde Rusia. Queda claro que, si esta prohibición avanza, los precios del crudo superarán los 120 dólares por barril.
En este contexto, el director ejecutivo de Tesla y fundador de SpaceX, Elon Musk, planteó la necesidad de incrementar de manera inmediata la producción de petróleo y gas natural para limitar el alza en los precios de los energéticos. En un tweet que escribió el viernes pasado, el empresario sustentó su argumento al señalar que “tiempos extraordinarios, requieren medidas extraordinarias”.
Aunque el magnate reconoció que esta medida traería un impacto negativo para Tesla, empresa que fabrica vehículos eléctricos y que en su misión busca acelerar la transición del mundo hacia las energías limpias, advirtió que en este momento las soluciones vinculadas con la energía sostenible no pueden reaccionar de manera instantánea ni con la contundencia suficiente para sustituir las importaciones de petróleo y gas natural provenientes de Rusia. Esto último, aunque triste, resulta incuestionable.
En la actualidad, la participación de los combustibles fósiles en la mezcla energética total es tan alta como hace una década (actualmente es de 80.2% frente a 80.3% de hace 10 años) y la participación de las energías renovables solo ha aumentado ligeramente. Incluso con la disminución histórica en el consumo de energía observado en 2020, los cinco países del G20 con objetivos de energía renovable para 2020 enfrentaron serios problemas para alcanzarlos. Los otros 15 países ni siquiera tenían un objetivo (Renewables 2021 Global Status Report, REN21).
No obstante esta realidad, me da la impresión de que atrás del planteamiento de Musk se encuentra una forma de pensar que justifica la colonización del futuro. Si bien lo que el empresario plantea es un hecho irrefutable (la dependencia que nuestra sociedad mantiene con relación a los combustibles fósiles), su planteamiento lo hace desde una concepción donde las futuras generaciones no están representadas en el futuro y donde cualquiera se puede volcar libremente en la degradación ambiental.
Creo, en todo caso, que la invasión de Rusia – con las terribles consecuencias que se han desprendido del lamentable hecho – deben servirnos para tomar conciencia con respecto a lo que vamos a dejar como legado, no solo para nuestros hijos sino también para los hijos de nuestros hijos. En este sentido, lo fundamental para dejar un buen legado tiene que ver con la sostenibilidad.
Pero ¿cómo la podemos materializar? Se requiere no solo del despliegue inmediato y masivo de todas las tecnologías disponibles de energía limpia y eficiente, sino también del apoyo y de la participación de las y los ciudadanos. Bajo estas dos premisas, que son a todas luces medidas extraordinarias, el planteamiento de Elon Musk con relación a producir más combustibles fósiles pierde sentido.
Ya lo señaló la Agencia Internacional de Energía: enfocar la política energética en el cambio climático da como resultado una fuerte disminución en la demanda de combustibles fósiles. Todo, en conclusión, es cuestión de perspectivas.
Por Arturo Carranza Guereca
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