Recientemente vi en un twit enviado por Luis de la Calle un simple ¡Gracias! A una fotografía de un rescatista que, agotado, viajaba dormido en un lugar individual del metro de la CDMX. ¡Gracias! Es lo que todos debemos a quienes, ya sea porque es su trabajo o bien porque sintieron necesidad de ayudar, o por ambas cosas, pero a todos ellos debemos un enorme ¡GRACIAS! Aun así, hay que asomarnos a lo que viene. Tristeza por las noticias aún sin difundir. Enojo con quienes les gusta manipular la información para la ganancia de audiencia. Desprecio por quienes emiten información falsa, como falsa su reputación humana. Incredulidad por quienes aprovechando estos momentos (días) de desolación y desconcierto, asaltan o roban, por ejemplo, la cámara térmica que tenían en uno de los edificios donde buscaban calor de vida. A los miles que emocional y físicamente son damnificados; a quienes perdieron a un cercano querido; a quienes tuvieron la mala fortuna de ver cómo se desploma un edificio frente a ellos; a todos aquellos que, con una voluntad a prueba de críticas, se forman en barreras humanas buscando su turno para ayudar, para hacer lo posible por contribuir en beneficio de alguien, no importa quién. Leemos titulares en los que se destaca que los voluntarios se manifiestan y se hacen presentes. Los medios cubren más unos lugares que otros, buscando amarrar a sus audiencias con giros periodísticos probados de sufrimiento y esperanza. Una conductora de credibilidad e inteligencia como Denise Maerker que cuestiona y busca información y la vieja escuela de Joaquín López Dóriga que busca el impacto barato y falto de rigor e inteligencia, (quizá el mayor de los atributos de ella, fue soportar la falta de ética de él). Ambos eso sí, apresurados por la circunstancia del momento y por la información que oficialmente les proporcionaron, se dieron a la difusión de angustia y esperanza. Ausencia en los protocolos de confirmación que la autoridad debió seguir, así como también la falta de rigor periodístico aunado a la desorbitada carrera de Televisa por cubrir una historia llena de esperanza humana que terminó desmoronándose. Vendría luego la disculpa de la autoridad, pero no de Televisa que al recargarse en el error de la fuente, no reconoce su innegable interés de favorecer sus medidores de rating. Un presidente haciendo esfuerzos obvios por ganar algo de la reputación perdida y rascar migajas de credibilidad, haciéndose presente (nomás faltaba) ordenando y haciendo énfasis en qué él dio la orden a tal y tal para atender esto y aquello. ¿Cuánto más nos queda por sentir? El desaliento y las lágrimas que inevitablemente se vive en las familias observadoras pasivas de una desgracia como ésta. Los mensajes de apoyo que de pronto recibes de personas que viven lejos y que, imagino, pasan lista de sus mexicanos conocidos y se atreven a escribir rogando quizá, obtener una respuesta. El 19/09/17 nos deja sabores amargos que habremos de aprender a sobrellevar. No será fácil y no será pronto, pero es necesario hacerlo pues en estas semanas y meses llegarán al mundo otros mexicanos a los que habremos de contarles lo sucedido; que nos mirarán con ojos incrédulos; que buscarán información y nos preguntarán ¿y tú qué hiciste?