En la “guerra política” por la sucesión presidencial, la sociedad mexicana registra una gran cantidad de mensajes y los más reiterativos son aquellos relacionados con la corrupción. Los superlativos y escandalosos casos de corrupción (de un grupo de ex gobernadores de distintos estados de la República Mexicana) que han enardecido a la opinión pública nacional, sin duda, representan el mayor reto que tiene por resolver el próximo Presidente de la República. Sea quien sea: el candidato ciudadano José Antonio Meade; el candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador; el candidato del frente Ricardo Anaya, o cualquiera de los independientes; tendrá que enfrentar el peor cáncer que puede sufrir una Nación, el de la corrupción. Por eso es importante, registrar el discurso y las propuestas en torno al tema de cada uno de ellos. En los primeros días de campaña, José Antonio Meade, fue cuestionado directamente sobre el tema. No respondió lo que muchos hubieran querido. Muchos esperaban que respondiera algo así como: “castigaremos a los corruptos; llevaremos a la cárcel a quien se haya corrompido, sea quien sea” En cambio elaboró una respuesta que en el fondo es correcta, pero obviamente, en la forma, no lo era. Un reportero del periódico El País le preguntó directamente: Para que quede claro: ¿Usted está dispuesto a investigar casos de corrupción de esta Administración, involucre a quien involucre? El candidato priísta respondió: Es que me parece que caemos de nuevo en el planteamiento personal. Tenemos que movernos en un esquema en el que la pregunta no sea válida. Un esquema que funcione para todos, en donde el acceso a la justicia y a la rendición de cuentas sea igual para cualquier funcionario. Vamos a funcionar bien cuando la pregunta deje de tener mérito. Cuando alguien piensa: “El problema depende de” es que no entiende el problema de fondo. A lo que se refería Meade es a la necesidad de fortalecer las instituciones cuya tarea es luchar contra la corrupción. Que no sea la voluntad o decisión de un sólo hombre; el Presidente de la República, la que determine si se actúa o no contra quienes defraudan a la Nación. La crítica y burla en redes sobre la respuesta de Meade, sin duda, también es reflejo de la guerra político-electoral. Cuando Andrés Manuel López Obrador asegura que reducirá el gasto público porque se acabará la corrupción que actualmente impera, a nadie se le ocurre preguntarle cómo va a acabar con la corrupción. Y a muy pocos se les ocurre recordarle los numerosos casos de ex funcionarios y colaboradores cercanos que han sido exhibidos con “las manos en la masa” como al “señor de las ligas” o a su ex secretario de finanzas cuya debilidad era apostar en Las Vegas. Sobre el tema, López Obrador no ha hecho propuestas concretas. A Ricardo Anaya tampoco se le han escuchado planteamientos específicos sobre el tema. Ayer el ex secretario del Hacienda, José Antonio Meade convocó a todos los partidos políticos, coaliciones y candidatos a la Presidencia de la República a tomar las decisiones necesarias para completar todas las piezas que faltan para que esté completo el Sistema Nacional Anticorrupción. Propuso específicamente 6 puntos concretos: 1.- Al Senado le pidió nombrar a los magistrados de sección y salas especializadas contra actos de corrupción; 2.- Aprobar la Ley Orgánica de la Fiscalía General de la República y dar autonomía al Ministerio Público. 3.- Homologar el funcionamiento del Ministerio Público 4.- Nombrar al Fiscal General y al Fiscal Anticorrupción 5.- Aprobar la legislación en materia de contrataciones públicas 6.- Aprobar al titular de la Auditoria Superior de la Federación. Son propuestas concretas que fortalecerían a las instituciones y que buscan evitar que sea la decisión del Presidente de la República de quien dependa la aplicación de la justicia. Esa es la realidad, México necesita instituciones fuertes, con cuerpos colegiados que funcionen independientemente de los ciclos políticos, de los intereses económicos y políticos y sobre todo que constituyan un marco legal que disuada y en su caso sancione severamente a quienes abusen del poder en beneficio propio. Al tiempo