Los precios del petróleo Brent cerraron la semana pasada por arriba de los 90 dólares por barril. La última vez que este crudo de referencia estuvo por encima de ese nivel fue en 2014, cuando cotizó en 98.14 dólares por barril. La cotización alcanzada por el Brent se explica, principalmente, por los niveles de inventarios de petróleo reportados en Estados Unidos y por el incremento de los riesgos geopolíticos.

En cuanto al primer punto, el informe semanal de inventarios de petróleo de Estados Unidos, dado a conocer por el Instituto Americano del Petróleo el martes pasado, resaltó que las existencias de crudo en la Unión Americana cayeron en 872 mil barriles, evidenciando la fragilidad del mercado petrolero global. Este informe reavivó los temores de instituciones bancarias con relación a la probabilidad de que el petróleo, eventualmente, rebasará la barrera de los 100 dólares por barril este año.

Sobre los riesgos geopolíticos, la posibilidad de que el conflicto entre Rusia y Ucrania escale ha incorporado un elemento adicional de preocupación. No hay que olvidar que Rusia es el tercer mayor productor de petróleo del mundo, solo después de Estados Unidos y Arabia Saudita.  Abastece, además, el 40% del gas natural que se consume en Europa. Cualquier riesgo al suministro de gas natural desde Rusia es motivo de inquietud, particularmente en el contexto de un invierno europeo con precios de los energéticos altos.

A estos dos factores se agregan los temores con respecto a que algunos países pertenecientes a la OPEP pueden no tener la capacidad suficiente para elevar su producción petrolera en un ambiente de inestabilidad. Pesan, en los ánimos del mercado petrolero, las disrupciones en el suministro petrolero de Libia y las recientes amenazas a la infraestructura en Emiratos Árabes Unidos por parte de los hutíes de Yemen.

Por lo demás, hay que tener presente que el actual contexto que vive la economía mundial poco favorece la certidumbre y estabilidad en el mercado petrolero. Las perspectivas de las actividades económicas en el mundo siguen dependiendo de la forma en que los países encaren la pandemia. En particular, la variante ómicron plantea preguntas sobre la reactivación económica y su influencia en el consumo global de energía, independientemente de que para la OPEP esta variante tendrá un leve impacto y será de corta duración.

De manera adicional a las incertidumbres macroeconómicas, el clima invernal en Estados Unidos y Europa genera incógnitas no solo en cuanto al comportamiento de la demanda petrolera sino también con respecto al impacto que tendrá para los consumidores. Bank of America estima, en este sentido, que los hogares europeos pagarán en promedio 54% más por la energía durante este año que lo que pagaron en 2020.

En este ambiente de incertidumbre, la Administración de Información Energética (eia) del Departamento de Energía de Estados Unidos prevé que el precio promedio del Brent será, para todo el 2022, de 75 dólares por barril. Este nivel representa un aumento de 5.6% con respecto a la cotización promedio de 2021.  Para aquellos países cuyas finanzas publicas dependen de las exportaciones petroleras, como México, este incremento esperado representa una buena noticia.

Si el aumento en los precios del petróleo se materializa, veremos, en el caso de nuestro país, si el gobierno tiene el tino de utilizar los ingresos excedentes para resolver problemas que aquejan a las y los ciudadanos o si, por el contrario, persiste en su empeño de darle prioridad a los proyectos emblemáticos de esta administración. En todo caso, la necesidad de dar resultados en temas como la seguridad y la salud debería de prevalecer ante cualquier otro cálculo.

Por Arturo Carranza Guereca 

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