He escuchado en más de una ocasión aquella frase muy difundida “sus quince minutos de fama”, esto es, aquellas personas que por tener un momento de notoriedad se atreven incluso a pregonar falsos testimonios que les permitan tener “sus quince minutos de fama”. En el mundo de las redes sociales, como es el caso de Twitter, esto es particularmente cierto. Claro que la medida está en el número de re-envíos que haya provocado un mensaje cualquiera. El asunto está en que 140 caracteres provocan hasta movimientos sociales y agitación en todos los sectores; el popular (por llamar de alguna manera al sector en el que estamos todos) y el gubernamental (o sea los que detentan algún poder; a quienes se les frunce el ceño al leer lo que dicen de ellos). Como comenta Roberto Zamarripa (9 de enero 2017, Reforma) a propósito del tema del gasolinazo “la histeria en las redes sociales empaña distintas expresiones de inconformidad…”. El 2017 inició con momentos de desfogue social, enojos en casi todos los sectores de casi todo el país, por lo que anunciaron pero quizá, por la forma tan desaseada en que lo hicieron. En esas manifestaciones hasta el menos enterado ha podido encontrar una buena cantidad de expresiones reales (esto es las de aquellos que se manifiestan socialmente por iniciativa propia) y aquellas mentiras expresadas a diestra y siniestra que buscan, como lo mencionábamos “sus quince minutos de fama” y que deben estar presumiendo entre sus allegados la cantidad de retuits que tuvo su palomazo informativo. A esto Xavier Velazco lo llama “Mentiras seriales” (7 de enero 2017 en Milenio) “las mentiras seriales no son nuevas. Nazis y bolcheviques las empleaban con sobrada eficacia para torcer los hechos y los dichos a la medida de sus estrategias. Nada sofisticado, en realidad. La idea es esparcir patrañas burdas y frecuentes en cantidades”. ¿Cuánta de esta información ha aprovechado el mundo político de oposición? A saber: con la cautela característica de los políticos, nadie ha salido a afirmar su afiliación a los desmanes públicos incluidos los que no son otra cosa sino dignas manifestaciones de enojo a la arbitrariedad gubernamental. “…las mentiras propagadas en la red se constituyen en verdades ante la imposibilidad de ser atajadas por informaciones certeras, versiones confiables dadas por una fuente de respeto”. Afirma Zamarripa y confirma lo que muchos han comentado, al no existir información certera y confiable, el espacio se llena de la que “suena” y sólo a la luz de los peores filtros; el enojo y la desconfianza. “Los calumniadores de hoy la tienen fácil”, afirma Velazco, “La calumnia sin rostro vive consciente de su origen dudoso, por eso siembra dudas donde puede”, y continúa “la mentira serial no busca ser perfecta sino infecciosa. Necesita podrir su entorno entero para hacer a la infamia relativa…”. Ante ese escenario, casi todo puede pasar por verdad, con la ventaja del anonimato y de la falta de prudencia y responsabilidad de lo que pueda causarse. Mucho de ello por ganar notoriedad y poder colgar en su sala un cuadro en el que dé cuenta de cuántos retuits obtuvo su mentira, su engaño patrocinado por “sus quince minutos de fama”. El colmo de las cosas es que quizá la única fórmula de frenar esta andanada de mentiras sean, precisamente, a través de usuarios de las redes que “pongan en su lugar” a los usuarios abusivos. La contra-campaña social o más bien la respuesta espontánea de quienes se dan cuenta del engaño puede ser la forma más efectiva de matar las mentiras, pero de pronto el enojo es tal, que no surgen tan fácilmente. Más allá de los movimientos de rapiña promovidos por los “quince minutos de fama” de muchos usuarios de las redes, la presencia de la población civil también se ha manifestado su descontento y en 140 caracteres manifiesta consignas, reclamos y sentimientos de incapacidad ante lo que parece ser una falta absoluta de sensibilidad social aderezado con un pésimo manejo de la comunicación gubernamental; todo ello sin la búsqueda de fama ni de 15 minutos. Hasta el próximo comentario. Roberto Aguirre