Al cierre de abril, México ha destinado 102,556 millones de pesos a la Secretaría de Educación Pública (SEP), lo que la convierte en la Secretaría que mayor gasto ejerce, casi el 25 % del total e incluso representa el 50 % de lo que el Gobierno Federal da a estados y municipios. Sin embargo los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) dicen que no es suficiente y se quejan amargamente, junto con muchos medios de comunicación, sobre las deplorables condiciones de muchas escuelas primarias públicas. En este mismo sentido, la SEP y la CFE firmaron un acuerdo para dotar al 10 % de las escuela primarias públicas de electricidad, porque simple y sencillamente 10 % de los planteles escolares nacionales no cuentan con algo tan elemental como electricidad, ya no digamos biblioteca, pupitres en buenas condiciones, salas de cómputo, canchas para practicar deportes, incluso baños o vidrios. Es evidente que en muchos casos, la infraestructura educativa nacional está por los suelos. México tiene dos opciones: o bien se sigue quejando de la situación, o hace algo al respecto, porque las deplorables condiciones de algunas escuelas provocan, por si fuera poco, que quienes elaboran los programas de estudio, consideren bajos niveles de aprendizaje de dichos alumnos, suponiendo con sobrada razón que su alimentación es muy deficiente y su salud magra, además de que no asisten diario a clases los alumnos por ayudar en las tareas del hogar o el sustento familiar. Por ejemplo ,durante todo el ciclo escolar de 3º de primaria, el plan de estudios de la SEP, ¡solamente contempla el aprendizaje (y eso a medias), de las tablas de multiplicar! Una labor que cualquier niño de 9 años debería aprender en dos semanas: 1 tabla por día y reforzar en otras 2 semanas y en un mes, sabría multiplicar muy bien y usar el resto del ciclo escolar para aprender mucho más. Y como ése, sobran los ejemplos del deficiente nivel de aprendizaje nacional, por lo que no sorprenden las bajas calificaciones en las pruebas internacionales de evaluación. Una propuesta de cambio de fondo Todo problema tiene un principio. Corría 1971, Luis Echeverría empezaba su mandato como presidente y las cifras de analfabetismo nacional eran muy altas, llegando a superar el 25 %, en un país que estaba transitando rápidamente hacia la urbanización y requería mano de obra calificada. La decisión era una disyuntiva: o se obligaba al niño y a su familia para que los menores de edad asistieran a la escuela, probablemente alejada de su lugar de nacimiento y por ende se requería construir internados, como sucede en Cuba, Chile o Francia, o bien, se hacían pequeñas escuelas en cada localidad del país, por muy alejadas que estuvieran, tomando en cuenta que incluso, habría muchas aulas “multigrado” donde, en un mismo salón de clases, un niño cursa 1º de primaria y está aprendiendo el abecedario y otro está en 6º grado, ya con problemas más avanzados en el mismo salón de clases. Una obra magisterial titánica sin lugar a dudas, pero muy deficiente en sus resultados. La decisión que se tomó para alfabetizar a México fue construir, con los medios posibles y al alcance de cada comunidad, una escuela pública primaria, ya fuera con tabiques y vidrio, o con láminas, plásticos y piso de tierra, como hoy subsisten en muchas localidades en condiciones deplorables. Para dar clases en condiciones tan complicadas, se crearon las escuelas normales rurales, cuyos profesores tendrían trabajo al concluir sus estudios (eran momentos donde el Consejo Nacional de Población no existía y mucho menos se pensaba, como hoy ya sucede, que hubiera un punto en que llegáramos a tener más jóvenes de 15 a 25 años, que niños de 0 a 15 años), por lo que supusieron erróneamente, que la cantidad de niños en México seguiría creciendo, casi hasta el infinito. Como los libros de texto gratuito son iguales para todos los niños de México, quien los escribe considera que muchos de los alumnos tienen una deficiente alimentación, que no asistirán todos los días a la escuela, y además que podrían estar compartiendo su salón de clases con niños de otras edades y grados escolares. Triste pero cierto, lo anterior explica, junto con la corrupción al otorgar plazas docentes, gran parte de los problemas educativos nacionales en el sector rural y México tiene varios estados, sobre todo en el sureste del país, como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, con muchas escuelas de este tipo. Hay que cambiar México sigue en el proceso de urbanización. Actualmente 20 % de su población vive en el campo, pero ese porcentaje irá bajando a 10 % en los próximos 10 años, cuando además, se estabilice el tamaño de la población mexicana, de 127 millones de personas en la actualidad a 150 millones en el año 2030. De la mano, la población irá envejeciendo y habrá una cantidad cada vez menor de niños. Si queremos romper con el ciclo que da como resultado una educación pública deficiente, debemos cambiar el modelo que no ha funcionado en 50 años. La propuesta es ahora, lo que no se hizo en los años 70, tomar la decisión de crear internados, donde los niños asistan de lunes a viernes, y regresen a sus comunidades de origen los viernes al terminar las clases. Hay que eliminar las escuelas aulas multinivel y todas aquéllas que no tengan por lo menos 900 alumnos. No hay recursos suficientes, como hemos visto en 50 años para que cada pequeña comunidad enclavada en la sierra de Guerrero, en la selva de Chiapas, etc., pueda tener su propia escuela primaria de alta calidad, con sala de cómputo, instalaciones deportivas, biblioteca, enfermería, etc. Es casi imposible que un niño que asiste a estas escuelas pueda llegar a la Universidad, acceder a un buen sueldo y salir del círculo de pobreza en el que inició su vida. No es justo, no hay forma de justificar que un niño, por haber nacido lejos de una buena escuela, no tenga una buena educación. Es totalmente injusto e incluso inhumano que los niños del campo mexicano trabajen al lado de sus padres, para llevar el sustento a casa, y que sus padres, hoy los vean como mano de obra que les ayudará en las labores del campo, y que el Gobierno solape esta situación. Imagine por un momento, que todas las escuelas primarias de México tuvieran sala de cómputo, biblioteca, enfermería, laboratorios; donde los niños que no fueran de esa comunidad pudieran desayunar, comer y cenar e incluso pernoctar de lunes a jueves. Esas escuelas, donde los buscadores de talento profesional deportivo, buscarían a las estrellas del deporte nacional del futuro, donde por sus buenas calificaciones, las empresas podrían becar a los más aptos para el estudio, quienes se convertirían en los empresarios, gobernantes, científicos de mañana, gracias a esa buena alimentación y educación que recibieron. Y quienes deseen regresar a sus comunidades de origen, lo harán después de conocer los adelantos de la comunicación, de pronóstico climatológico, videos para una mejor siembra, energías limpias, cosecha vertical, productos orgánicos, producción y, además, con amigos que se desempeñarán en las más diversas funciones de la sociedad: médicos, contadores, abogados, electricistas, plomeros, programadores de computadoras, comercio exterior, ingenieros industriales, etc. Es mucho más eficiente tener salones con 40 alumnos pero todos del mismo nivel y reducir drásticamente el tamaño de la planta de profesores, con todos los servicios donde se dé educación pública. Una escuela de 1800 alumnos, para 9 grados escolares requiere 45 maestros bien pagados y 10 personas de apoyo, pero equivale a 120 escuelas multinivel actuales. El mayor gasto en educación en México se lo llevan 1.8 millones de maestros, que bien podría reducirse el número a 1.2 millones con esta propuesta, lo que significaría un ahorro de 72,000 millones de pesos por año. Si gastamos 20 millones en cada escuela, muy bien equipada, cada año se podrían construir, tan sólo por ese ahorro 3,600 planteles nuevos que le cambiaría la vida a 7 millones de niños. Cuando estimamos que la matrícula rural nacional es de 2.5 millones de niños, las cifras demuestran que el cambio es viable, sustentable y mejora la situación actual de los niños y el futuro de México, y muy probablemente muchos padres de familia querrían que en su cabecera municipal se construyan escuelas de este tipo donde asistan sus hijos. Una vez que sube la base mínima esperada, sube la calidad del conjunto de la educación nacional. Hay planes de estudio más exigentes, porque los alumnos tienen mejor alimentación. El único “problema” es que hoy, como hace 50 años, se deben tomar dos decisiones políticas muy importantes. Por un lado, llevar a cabo la transformación de un modelo de pequeñas escuelas a un modelo de grandes escuelas con menos maestros; por otra parte, mucho más complicado, obligar -usando la fuerza de la Ley-, a los padres de familia para que lleven a sus hijos a la escuela, porque muy probablemente la misma, no va estar en su pequeña comunidad, pero no es culpa del niño haber nacido en esa comunidad y tampoco es justo que los padres de familia usen a sus hijos como mano de obra, si sus hijos no han estudiado primero. Este artículo, nació de una serie de tuits sobre las marchas de la CNTE. Personalmente creo que primero deberían dar clases y, en vacaciones con las boletas de sus alumnos en la mano, manifestar lo que deseen sin afectar a terceros, que poco les pueden ayudar en su causa. Perspectivas: Hay dinero para cambiar de fondo la educación nacional. ¿Usted dónde preferiría que su hijo asista: a un internado con biblioteca, instalaciones deportivas, sala de cómputo, etc., o a una escuela aula multigrado?