Cada nuevo Presidente, al iniciar su mandato, realiza una acción que todos en la clase política toman como un golpe de autoridad. Es eso que dice “ya llegué y ahora el poder soy yo”. Así fue como se tomó la noticia de la detención de Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, poco más de un mes después de protestar el cargo el presidente Carlos Salinas. Lo mismo sucedió cuando, iniciando el tiempo del presidente Ernesto Zedillo, fue detenido Raúl Salinas, hermano del mandatario saliente. Este hecho marcó la ruptura con el presidente Salinas iniciando un pleito que sigue vigente hasta al día de hoy. En el año 2000, mientras algunos seguían celebrando la transición, el presidente Vicente Fox dio un golpe de autoridad que sería sello de su sexenio cuando se dio la fuga de Joaquín Guzmán Loera “El Chapo Guzmán”. El Presidente Felipe Calderón no realizó una detención o permitió una fuga; en cambio, lanzó su lucha frontal contra los cárteles de la droga en México provocando uno de los periodos más complicados de violencia e inseguridad que ha vivido nuestro país desde la Revolución Mexicana y que sigue hasta hoy. Como mensaje de poder, el presidente Peña Nieto encarceló a la hasta entonces poderosa líder sindical Elba Esther Gordillo “La maestra”, quien había acumulado un enorme poder e influencia nacional durante el sexenio del presidente Felipe Calderón. Andrés Manuel sabe que los vacíos en el poder se llenan, y por eso, está desde ahora moviendo sus piezas para obtener la mayor cantidad de esos espacios que se están creando por la retirada del Presidente Peña Nieto y las fracturas al interior del grupo de poder predominante hasta el día de hoy. Sin embargo, tendrá que ser muy cuidadoso en seleccionar al objetivo de esta acción pues, si es abiertamente contra un rival directo, podría tener un efecto contrario y reventarle como una crisis que lo señale como un dictador autoritario que busca aniquilar por cualquier medio a la oposición. Ahora, aunque sea una acción contundente y bien ejecutada, si esta no es contra un personaje de los llamados “peces gordos”, el presidente López Obrador y su gobierno serán tomados como un grupo débil a quien se le puede retar. Tal vez a esto obedece el empecinamiento de querer modificar la estructura del gobierno mandando a los secretarios de estado a las entidades como un representante directo del poder presidencial y, en caso de que esto no sea suficiente, ahí estarán los Coordinadores Estatales que no serán otra cosa que brazos operadores políticos del Presidente. La pregunta para el futuro Presidente de México no es si necesita hacer algo así, sino, ¿Qué forma tomará su golpe de autoridad?