Nunca se ha sabido cuál es la verdadera vocación del ser humano en el planeta. En un inicio, y desde un punto de vista teológico, fue amar a la naturaleza. Mientas que, en el sentido científico, es evolucionar en el conocimiento del entorno.

Enero 15 y 16 de 2022: el mundo se reunió de nueva cuenta en el foro organizado por IRENA (Internacional Renowable Energy Agency), con el objetivo de hablar sobre la transición energética que requiere el planeta, ya no pensando en mitigar el cambio climático, sino mantener una temperatura por debajo de los 2 grados centígrados.

Escuchamos y leemos los comentarios sobre el amor que creemos que profesamos al planeta, pero al final de cada uno de los discursos todo es limitado al dinero requerido para poder rectificar lo que hasta el momento hemos realizado con desamor.

La realidad actual del mundo es: No podemos dejar de utilizar los combustibles fósiles en forma tácita, pero podemos disminuir su utilización en forma progresiva. Todo esto es debido a que las grandes inversiones realizadas en este sector mueven economías completas, por lo que dependen de esta industria. Entonces, tenemos un amor de conveniencia.

Según un reporte de IRENA, se ha estimado que el despliegue de tecnologías relacionadas con la transición energética, necesarias para poner al mundo en la senda de los 1.5°C, requiere de 131 billones de dólares de inversión agregada entre 2021 y 2050. Esto representa un requerimiento de financiamiento anual promedio para el sector energético de aproximadamente 4.4 billones entre 2021 y 2050.

Entonces, el AMOR cuesta, y esto significa que el mundo no sólo requerirá dinero para continuar operando, sino que deberá adicionar un dinero no contemplado en los planes actuales de todos los proyectos del mercado de energía, de entre 30 a 40% de CAPEX y OEPX, y que estará ligado a tener que ser eficientes para con el planeta.

La financiación pública deberá crecer casi al doble para catalizar la financiación privada y garantizar el desarrollo justo e inclusivo de la transición energética. Teniendo un papel crucial para facilitar la transición energética, ya que es probable que los mercados por sí solos no se muevan lo suficientemente rápido, un factor primordial, será el financiamiento de la deuda pública actual, y donde las naciones deberán asumir deudas nuevas, como consecuencia de demostrar amor al planeta, y estas deberán de ser utilizadas en el nuevo rubro presupuestal llamado “Desarrollo ambiental”, el cual deberá estar plasmado en todos los presupuestos de los países. También deberá tener un financiamiento continuo público, cuya misión será crear un entorno propicio para la transición y garantizar que ocurra lo suficientemente rápido y con resultados socioeconómicos óptimos.

El amor cuesta y en México sólo tenemos papeles escritos en páginas web que sólo algunos consultan.

Se sabe que, en 2021, en la Zona Metropolitana del Valle de México (Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo) actualizaron y presentaron el plan para mejorar la calidad del aire en esta zona, donde uno de los atrasos es la regulación ambiental en la norma 016 CRE 2016 de calidad de combustibles, la cual no es acorde con los cambios necesarios sobre los tipos de oxigenantes para mejorar la combustión en el motor, pero todo esto requiere dinero. ¿México será capaz tenerlo? El 65% lo utilizamos en el desarrollo social y la deuda pública ha crecido, y ahora necesitamos dinero para estar de acuerdo con los planes del mundo para el planeta.

Los combustibles fósiles continuarán utilizandose por más de 5 décadas en el mundo, y, por ende, deberán ser mejorados y/o evolucionar. Uno de los sustentos en la transición energética mundial es cambiar al uso de carros eléctricos, y esto está ligada la transición en la generación de la electricidad, ante la electrificación global esperada después del 2050.

El gran reto para transitar a carros eléctricos está ligado al peculio del costo de las materias primas para generar las baterías. En agosto de 2021, la tonelada de carbonato de lito costaba 10 mil dólares, hoy esta fluctuando entre los 35 a 45 mil dólares. A esto debemos adicionar una falta de inversiones en infraestructura para la carga de las baterías, que el costo de un carro eléctrico hoy está entre 30 a 50% más respecto a uno de combustión y el desarrollo de biocombustibles amigables con el medio ambiente. Estos cuatro puntos limitan a esta transición, convirtiéndola en un amor platónico.

El amor que profesamos al planeta sólo fue usado al inicio de nuestra existencia por conveniencia, y actualmente, ha estado condicionado a nuestra propia relación unilateral de narcisismo, justificado en la mejora del ser.

El amor se acaba cuando lo ligamos al dinero, pero el dinero no compra el amor. Te hace feliz durante un tiempo y después te hace estar en la realidad, si no supiste entender como amar con responsabilidad.

Reinventemos cómo mantener la llama del amor al planeta.

Por Ramses Pech – Grupo Caraiva – León & Pech architect

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