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Gabriela Siller Pagaza

¿SE SEGUIRÁ APRECIANDO EL PESO?

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Las últimas dos semanas el peso ha mostrado una apreciación, alcanzando un nivel mínimo interbancario de 17.99 pesos por dólar, nivel no visto desde mayo. Las apreciaciones del peso han sido consecuencia de tres factores. Primero, el precio del petróleo, el cual mantiene una alta correlación con el peso, ha mostrado incrementos debido a la expectativa de que los países miembros de la OPEP podrían sostener una reunión a finales de septiembre para acordar un límite al crecimiento de la oferta petrolera. Rusia también ha accedido a estas negociaciones, lo que ha extendido las ganancias del WTI hasta 9.9% tan solo en la primera mitad de agosto. Segundo, el mercado anticipa que la Reserva Federal seguirá con la normalización de tasas de interés hasta diciembre o hasta 2017, como consecuencia del pobre crecimiento económico de Estados Unidos mostrado en el segundo trimestre del año. Tercero, en relación al proceso electoral de Estados Unidos, el candidato por el Partido Republicano Donald Trump, se encuentra ahora en todas las encuestas por debajo de su rival Hillary Clinton, lo que genera la expectativa de que Clinton gane las elecciones presidenciales y que continúe con la misma política económica de Obama. A pesar del proteccionismo del que habla Hillary Clinton, la magnitud de las implicaciones sobre la economía mexicana no sería tan drástica como lo que se observaría si ganara Trump. Probablemente por eso, la aversión al riesgo sobre la economía mexicana reflejada en el riesgo país ha disminuido a la par del tipo de cambio. Sin embargo, estos tres factores que han permitido la apreciación en el peso, son consecuencia de expectativas y no de indicadores reales que de manera tajante propicien el fortalecimiento del peso. De esta manera, un cambio en el sentimiento sobre el posible acuerdo de la OPEP, la normalización de tasas de la Fed y el proceso electoral de Estados Unidos, podrían ser nuevamente causantes de incrementos en el tipo de cambio. Además, están los indicadores económicos de México, los cuales muestran un deterioro. En particular, llama la atención el desajuste al interior de la balanza de pagos, al cual ha hecho referencia Banxico en sus últimos dos comunicados de política monetaria. Cabe recordar que el déficit en cuenta corriente (que forma parte de la balanza de pagos), tiene en última instancia su fuente en las finanzas públicas, por eso es que Banxico invita a las autoridades a tener un superávit primario para el siguiente año. No obstante, la estacionalidad histórica del gasto público, muestra que el año anterior a las elecciones, este tiende a incrementarse, lo cual generaría un mayor déficit fiscal y por lo tanto en cuenta corriente. Del otro lado de la balanza de pagos se encuentra la cuenta de capital o financiera, la cual está financiando mediante inversión extranjera de cartera, el déficit en cuenta corriente. Sin embargo, desde el último trimestre de 2015, la cuenta de capital ha observado una salida de capitales, en instrumentos emitidos por el sector privado y por el gobierno, pero no se han visto registradas en los valores netos debido a las emisiones que el sector público ha hecho en el exterior. El 25 de agosto se publica la balanza de pagos del segundo trimestre, la cual se espera siga mostrando salidas moderadas de capital, presionando aún más a la balanza de pagos. Así, parece no existir otra opción diferente a que Banco de México siga subiendo su tasa de referencia, a pesar de la caída del crecimiento económico de México en el segundo trimestre. En última instancia la tendencia de largo plazo del tipo de cambio está determinada por fundamentales económicos y no por percepción, por lo que se espera que el peso continúe depreciándose, a menos de que las finanzas públicas empiecen a disciplinarse. Gabriela Siller Pagaza

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