El nombramiento de Kamala Harris como pareja de Joe Biden en la boleta electoral y el arranque de la convención demócrata esta semana, y de la republicana la siguiente, dan el banderazo de salida para casi tres meses de una intensa y mediática campaña presidencial en EUA. Antes de la pandemia y del conflicto social en ese país, Trump gozaba de una popularidad estable (42.5% a principio de año) y una economía boyante. Seis meses después, la situación es abismalmente diferente. Si bien, la popularidad de Trump repuntó marginalmente de su mínimo en 40% en julio a 42% actualmente, la crisis de salud y el descontento social ofrece una gran oportunidad para los demócratas, quienes ahora muestran un frente unido. Basta con oír los discursos inaugurales de la convención demócrata con fuertes críticas hacia Trump, para asumir el tono de la campaña. La elección de Kamala Harris se ve como un acierto: primera mujer negra y asiática, y cuarta en aparecer en una boleta presidencial – Hillary Clinton en 2016, Sarah Palin en 2008 y Geraldine Ferrano en 1984. Harris, aunque más liberal que Biden, no representa un extremo como Bernie Sanders o Elizabeth Warren y no parece arrastrar ningún escándalo que pudiera impactar negativamente a la campaña. Aunado a esto, es una candidata muy sólida para ganar tanto un debate contra Mike Pence como sortear los ataques de Trump. Entonces, ¿puede Harris sumar lo suficiente para asegurarle el triunfo? No necesariamente, pero escoger una opción menos acertada hubiera sido muy perjudicial. Harris es senadora por California, estado que normalmente vota demócrata, pero representa un equilibrio de género, una clara señal de cómo Biden llevará su administración, lo que puede asegurar votantes. Sin embargo, los sectores donde más puede sumar Harris son aquellos que ya eran una fuerte oposición a Trump: mujeres y minorías raciales (negros y latinos). De momento, Biden lidera las encuestas por 8.5 puntos en promedio y se ha mantenido alrededor de estos niveles en los últimos dos meses. No obstante, en otras carreras electorales, se les ha dado la vuelta a estas ventajas iniciales. A este punto en las elecciones de 1988, Michael Dukakis adelantaba por 17 puntos a George H.W. Bush, ventaja que terminó por perder en las subsecuentes semanas. En 2004, John Kerry lideraba las encuestas frente a George Bush por 2.5 puntos, quien consiguió su reelección en una cerrada votación. Nuevamente podría existir la posibilidad que Trump gane los colegios electorales más no el voto popular, por lo que hay que poner especial atención a ciertos estados. De momento Biden lidera en estados claves como Florida, Wisconsin y Michigan, los cuales fueron determinantes en la pérdida de Clinton en 2016. Según las estimaciones de The Economist, Biden tiene cerca de 343 votos electorales y Trump 195, por lo que asigna una probabilidad de ganar de 88% al primero. La fórmula será exitosa si consiguen movilizar el voto. La participación en las elecciones intermedias de 2018 fue la más alta en los últimos 40 años; sin embargo, la crisis de salud (donde se espera una segunda ola de contagios para los siguientes meses), la crisis económica (que comienza a recuperarse) y los conflictos en el servicio postal (causados por Trump), podría desmotivar la euforia por salir a votar. Si el binomio Biden-Harris sigue motivando a los votantes, podrán conseguir remover a Trump del poder, escenario que aplaudiríamos más de uno. POR Daniela Blancas @danielovab