Frente a una de las recesiones globales más profundas de la historia, el papel de los bancos centrales ha sido fundamental para proveer de liquidez y contener el malfuncionamiento de los mercados financieros, a la vez que mitigan los choques sobre la economía real. Los programas de estímulos fueron rápidamente instaurados en las principales economías y las tasas de política monetaria bajaron drásticamente. En la gran mayoría de los países, la política monetaria está acompañada de una política fiscal, es decir, se han dado estímulos al consumidor, seguros de desempleo, ingresos temporales y ayudas en financiamientos y créditos para empresas. En México, la semana pasada, Banxico recortó por quinta vez en el año la tasa de política monetaria en 50 puntos base (pb), llevándola el nivel más bajo desde finales de 2016 a 5.0%. Con esto, el banco central acumula un recorte de 325pb en 10 meses y podría acercarse al fin del ciclo bajista. En los últimos comunicados, Banxico mostró una clara preocupación por el crecimiento económico. En el último Reporte Trimestral de Inflación, plantearon diversos escenarios de contracción económica, con el más severo apuntado a una caída del PIB de 8.8% este año y el menos agresivo con una de –4.6%. El FMI, quien suele ser conservador en sus pronósticos, prevé una contracción de 10.5%, uno de los más agresivos dentro las encuestas de mercado. Dejaré totalmente de lado aquellas opiniones idealistas que anhelan una ligera contracción económica con una rápida y sostenible recuperación. Simplemente, los datos reflejan caídas sustanciales: la actividad económica se contrajo cerca de 20% anual en abril cuando gran parte del país estaba paralizado, en mayo las exportaciones e importaciones se desplomaron 57% y 47% anual, respectivamente, y se destruyeron más de un millón de empleos en el trimestre marzo-mayo. El golpe, sin duda, es fortísimo. Por el lado de la inflación, Banxico mantiene un balance “incierto”, sin claridad sobre qué tendrá mayor impacto: la depreciación del peso y las afectaciones en las cadenas productivas que presionan los precios al alza o la caída de los energéticos y la desaceleración económica a la baja. Sin embargo, en el reporte antes mencionado, el banco revisó al alza sus estimados de inflación para todo el año, convergiendo a la meta del 3% hasta finales de 2021. Es decir, el banco tiene mayor inclinación por riesgos al alza que a la baja, aunque no lo diga explícitamente – lo que puede ser resultado de las discrepancias internas de la Junta de Gobierno. De momento y con muchos factores todavía por materializarse, Banxico tiene espacio para seguir bajando la tasa de referencia. Dentro de la Encuesta Citibanamex, los economistas esperan al menos un recorte más de 50pb, mientras que el mercado tiene incorporado 100pb más de bajas en los siguientes meses. El organismo central no ha dado señal alguna de que el fin del ciclo esté cerca. Con la alta incertidumbre que seguirá acompañando la decisión de agosto, estimo poco probable un anuncio tajante, por lo que optarán por dejar la puerta abierta a futuros recortes, reconociendo que la situación económica puede deteriorarse con rapidez. Para dar contexto a las magnitudes, en lo que va del año, la Reserva Federal en EUA bajó su tasa en 150pb de regreso a sus mínimos históricos de 0.25%, dichos recortes fueron acelerados por la pandemia, pero comenzaron anteriormente. Mientras tanto, Banxico ha bajado 225pb. Si comparamos estos movimientos con los observados en la Gran Recesión, la Fed recortó la tasa 500pb en un lapso de 16 meses, mientras que México – cuando recién se estrenaba la tasa de referencia como instrumento de política monetaria – bajó la tasa de 8.25% a 4.50% en ocho meses, para después de varios años constante, recortarla nuevamente en 2013-2014 hasta el mínimo histórico de 3%, lapso en el cual la Fed no movió su tasa. Aunque Banxico tiene espacio aún, dudo que pueda acercarse a estos niveles mínimos, principalmente porque la inflación no parece bajar drásticamente, acotando las opciones del banco. Aunado a esto, la efectividad de la política monetaria se ve limitada al no venir acompañada de una política fiscal que ayude a promover el crecimiento. Más aún, las herramientas para promover inversión y compensar la caída del PIB son inexistentes para la administración ‘amlista’, lo que eventualmente pondrá a México en una situación muy vulnerable y frágil. En ese momento, Banxico querrá tener disponible espacio monetario para hacer frente a la ola de desencanto sobre México con un bajo crecimiento y mayor endeudamiento. Esperemos no llegar a ese punto. Daniela Blancas