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Columna

MÉXICO, CON VARIOS FRENTES ABIERTOS

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En las últimas semanas ha habido un cúmulo de noticias y eventos que han puesto al gobierno bajo la lupa, donde la opinión pública ha tenido mayor participación y ha criticado fuertemente a las autoridades. Inclusive, varios de estos titulares han trascendido a la esfera internacional. Y no sólo por la reciente visita de Donald Trump, sino por otros factores que se han ido acumulando para deterioro del gobierno actual y de donde parece haber poco margen de maniobra. Escena fiscal. Hace casi tres semanas, Hacienda anunció que revisaba el objetivo de déficit fiscal para este año de 3.5% del PIB a 3.0%, es decir, un menor endeudamiento para 2016. Esto fue resultado, particularmente, del ingreso extraordinario que recibió Hacienda por el remanente de operación de Banco de México (1.2% del PIB). Tanto inversionistas locales como extranjeros llevaban tiempo (desde a que se dio a conocer el remanente de Banxico en abril) esperando esta nueva corrección al déficit, la cual resultó para muchos menos agresiva de la esperada, generando nuevas dudas sobre de la consolidación fiscal. Un día después, la calificadora Standard & Poor’s (S&P) revisó de “neutral” a “negativo” el panorama de la calificación soberana de México y argumentó que el crecimiento económico es lento y que la carga de la deuda podría representar un riesgo para la calificación soberana del país. Esto no es un recorte de calificación; sino sólo una “advertencia” de que podría recortarla en los siguientes dos años. De momento y desde diciembre de 2013, S&P tiene a México en una calificación de “BBB+”, el mismo escalón que países como Perú, Polonia o España. Esta llamada se sumó a el movimiento de Moody’s en el mismo sentido en marzo y de varios actores nacionales e internacionales a realizar mayores ajustes en el gasto en un entorno internacional más complejo. En particular, un ajuste en el gasto del gobierno en donde los ingresos petroleros han venido bajando significativamente en los últimos años y el crecimiento económico es limitado. La deuda total como porcentaje del PIB ha incrementado de 36% en 2010 a 48% en 2015 (y se estima que cierre en 50.5% en 2016) y esto preocupa cada vez más. Si bien, no es el borde de una crisis, sí ubica al país en una zona de mayor cautela. En términos de crecimiento, México sigue creciendo de forma limitada. Las reformas estructurales aprobadas al inicio del sexenio habían elevado la expectativa de crecimiento para México, las cuales se han erosionado. Esto no quiere decir que no hayan sido positivas o necesarias, sino que probablemente las expectativas fueron demasiado altas para que la realidad las alcanzara o simplemente la materialización de los resultados ha sido más lento. El PIB de México ha crecido en los últimos 10 años en 2.5%. Excluyendo el año de recesión (2009), el país en promedio ha crecido en 3.3%. Nada muy diferente al 2.2% promedio que el consenso espera para 2016 (Encuesta Banamex). Aunque normalmente, la atención del público no se centra particularmente en el Presupuesto, con todos estos recientes eventos, parece que éste será uno de los que más atención va a tener, tanto por locales como por extranjeros. El cambio del titular de la SHCP sólo se suma al cúmulo de noticias que ponen al gobierno en los titulares un día más. Todo se centra en si el gobierno está comprometido a reducir el gasto o no. Desde un punto de vista económico, esta decisión de realizar un fuerte ajuste sería en la dirección correcta; sin embargo, políticamente se ve difícil. Nuevamente, el ambiente es poco favorable y el gobierno está en una situación con bajas posibilidades de ganar. Es decir, realizar un recorte del gasto cuando el Presidente Peña Nieto tiene actualmente la tasa de aprobación más baja en la historia, resulta complicado (23% según últimas encuestas). Asimismo, la posibilidad de subir impuestos ha quedado descartada por el gobierno. La suma de problemas políticos, en particular de escándalos de corrupción, es lo que tiene más cansada a la población. Y para rematar, la reciente visita de Donald Trump, la cual ha sobrepasado fronteras (inclusive las de la imaginación), ha traído un nueva ola de descontento y enojo social, por llamar lo menos. En conclusión, el gobierno tiene demasiados frentes abiertos como para conseguir unificar una política que pudiera llevar a un resultado favorable tanto para la opinión sobre el Presidente como para la economía. De momento existen diferentes temas que resolver: credibilidad, esclarecimiento de escándalos de corrupción, popularidad, crecimiento económico, ajustes fiscales, entre otros. Y el balance de las últimas semanas los han complicado más. También, el espacio de operación resulta limitado y con poco margen de maniobra. Así, parece que la mejor opción, por ahora, es no moverse radicalmente y escoger acertadamente los frentes a pelear, aunque tendrán un costo por asumir.

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