En enero de 2022, una empresa exportadora consideraba para convertir sus ventas en dólares a pesos, un tipo de cambio alrededor de $20.70. En aquel momento, el consenso de analistas esperaba incrementos en las tasas de interés para ubicarlas en 6.75% para finales de año y una tasa objetivo para 2023 en 7.0%, en un contexto de presiones inflacionarias, y estimados anuales de inflación para cierre del 2022 y 2023 de 4.2% y 3.7% respectivamente. Para el tipo de cambio, el consenso de analistas estimaba en ese momento, niveles de $21.5 al cierre de 2022 y proyectaban niveles de $22.0 para finales del 2023. De esta manera, suponiendo que mantuviera sus mismos niveles de volúmenes de ventas, tan sólo por el efecto cambiario tendrían incrementos estimados para el cierre del año de 3.8% y para finales del 2023 de 6.2%. O bien, dicho de otra forma, tenían margen de maniobra para ser más competitivas (es decir, precios más atractivos) con respecto a empresas internacionales, lo anterior sin considerar el efecto de los costos.

Sin embargo, nadie se esperaba que poco más de dos años después las principales variables macroeconómicas fueran completamente distintas a las proyectadas en aquel entonces. Las tasas de interés subieron a niveles de 11.25%, la inflación se ubicó en 4.6%, pero el tipo de cambio se ubicó por debajo de $17.0. Para mediados de abril del 2024, el tipo de cambio alcanzó niveles de $16.38. Una o varias razones llevaron al tipo de cambio a dichos niveles: el efecto del nearshoring, una mayor inversión extranjera; mayores remesas; diferencial de tasas entre México y EUA; estabilidad financiera, el atractivo de México respecto a otros países emergentes, estos y otros factores más, ya sea de forma separada o en conjunto, podrían explicar la fortaleza de nuestra divisa durante este periodo, pero el impacto financiero para la empresa exportadora resulta abrumador. Cabe mencionar, que durante dicho periodo, en más de una ocasión seguramente se consideró que el nivel del tipo de cambio ya era bajo, atractivo, que no podría bajar más y que seguramente estaría “rebotando” pronto. No fue así.

Veamos, por un lado, la apreciación cambiaria de enero del 2022 a abril de 2024 ha sido del 20%, lo que quiere decir, que, si la empresa mantuviera el mismo nivel de volumen de ventas, tan sólo por dicha apreciación, la empresa estaría recibiendo 20% menos de ingresos en pesos. Adicionalmente, si los costos se hubieran mantenido en términos de pesos y considerando la inflación del periodo, es posible que el margen de utilidad se hubiera contraído en cerca del 30%. Por si fuera poco, un descalce entre sus ingresos convertidos a pesos y sus compromisos financieros podrían repercutir en una afectación importante en su liquidez, lo cual podría traer como consecuencia otros efectos indirectos como por ejemplo en adquisición de inventarios, pago a proveedores, pago a acreedores, limitantes en cuanto a expansión, crecimiento y/o mantenimiento, entre otros puntos, sólo por este diferencial cambiario que no estaba considerado en sus proyecciones.  Esto sería un caso hipotético, si no fuera por que actualmente muchas empresas exportadoras están atravesando por una situación similar, y quizá, incluso hasta más compleja. 

Lo anterior, no es para hacer leña del árbol caído, si no más bien para recordarnos que debemos estar preparados para afrontar una serie de variables complejas que por su naturaleza resultan difícil de pronosticar. Una forma de hacerlo es mediante coberturas cambiarias, las cuales funcionan como un seguro ante las fluctuaciones del tipo de cambio, cediendo el riesgo a un tercero mediante el pago de una prima, y permitiendo, por un lado, fijar un nivel o un rango de tipo de cambio con el que la empresa se sienta cómoda, y por otro lado, una mejor planeación financiera eliminando el riesgo de variaciones contrarias en el tipo de cambio (o en su caso en tasas de interés), para concentrarnos en las operaciones propias de la empresa.

Sin duda una panificación financiera será siempre menos costosa que asumir el riego completo de volatilidad cambiaria o de tasas de interés.

Por Carlos Alberto González Tabares

Director de Análisis Económico Cambiario y Bursátil de Grupo Financiero Monex

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