En los primeros tres años de gobierno de la Cuarta Transformación se ha promovido de manera decidida lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador define como el “rescate del sector energético”. Esta política no es otra cosa que el fortalecimiento de las empresas públicas de energía por medio de decisiones políticas y cambios legislativos. El objetivo primordial, de acuerdo con el mandatario, es mantener las tarifas de los energéticos sin grandes incrementos. No obstante, otras interpretaciones sugieren que el objetivo real es socavar la participación de las empresas privadas en el sector.

Al inicio de esta Administración pocos pensaron que los ánimos de transformación del presidente pondrían en aprietos al sector energético. Algunos pensamos que López Obrador mostraría una postura más pragmática que, si bien le permitiría marcar distancia con respecto a lo que significa el modelo energético construido en el sexenio pasado, no afectaría el funcionamiento de las industrias de los hidrocarburos y eléctrica.

Pero el mandatario lo ha repetido insistentemente durante sus conferencias de prensa: nadie se puede sentir engañado. Desde que andaba en campaña dijo que buscaría devolverle a Petróleos Mexicanos (Pemex) lo que la reforma energética de 2013 le había quitado. El mismo destino planteó para la Comisión Federal de Electricidad (CFE), aunque en este caso los tambores de guerra no sonaron tan fuerte en el proceso electoral de 2018 como lo hacen ahora.

Tras la primera mitad del sexenio, el resultado en materia energética ha sido el debilitamiento gradual del marco institucional que rige al sector. La confrontación entre un modelo que favorece la presencia del Estado y otro que tiene como prioridad la competencia se ha traducido en acciones administrativas y modificaciones legales torpemente instrumentadas. La polarización política y social ha reducido los espacios de interlocución y diálogo, generando una clara incertidumbre entre los actores que participan en los mercados energéticos. 

Para la segunda mitad del sexenio, el presidente ha puesto a la autosuficiencia energética como el objetivo principal en su política petrolera.  Esto implica, según López Obrador, dejar de comprar combustibles en el extranjero y producirlos en el mercado interno, lo que a su vez significaría dejar de exportar petróleo crudo para transformarlo en México. En materia eléctrica, el mandatario ha dicho que el objetivo es recuperar el equilibrio perdido con la política energética neoliberal que buscó dejar el mercado eléctrico en manos de empresas privadas.

Tomando en consideración las formas y el contenido del discurso de López Obrador con motivo de los primeros tres años de gobierno, cualquiera podrá llegar a la conclusión de que existen pocas expectativas con respecto a que las cosas cambien. El rescate del sector energético y el fortalecimiento de las empresas públicas de energía seguirán marcando la pauta de las decisiones de este gobierno, nutriendo con ello la narrativa de la Cuarta Transformación y la popularidad del presidente. 

Fuera de los beneficios políticos que probablemente seguirá capitalizando López Obrador, el país continuará requiriendo de una enorme cantidad de inversiones para poder garantizar el suministro de combustibles y el acceso a electricidad. Pemex y CFE, en este sentido, tendrán que continuar haciendo un esfuerzo puntual para cumplir, cada vez con mayor apremio, con las responsabilidades que el presidente les ha echado al hombro. El crecimiento económico de México estará estrechamente vinculado al talento y a la capacidad que muestren estas empresas para abastecer de energéticos a todo el país. 

Por lo demás, la oportunidad de acelerar el desarrollo del sector energético, que bien gestionado es detonador de inversiones, quedará postergado en los siguientes años. Por si fuera poco, concluido este sexenio, las expectativas en términos de cambios y repulsivos en materia energética son poco claras. Algunos hablan, en este contexto, de que la visión actual en el sector energético no cambiará mucho después de 2024.

Uno de los actores políticos que espera que las cosas permanezcan como hasta ahora es el presidente López Obrador. Destaca, en este contexto, lo que dijo la semana pasada en el Zócalo con respecto a que “nada se logra con las medias tintas”. Para él, gobernar desde el centro del espectro geopolítico es un error. Y mientras una multitud de ciudadanos escuchaban decir esto al mandatario, la jefa de gobierno de la Ciudad de México y el secretario de Relaciones Exteriores aplaudían el discurso de su jefe.

Lo cierto es que nada está escrito. Ya veremos qué tanto se mueve el péndulo político en el verano de 2024 y qué tanto habrá que cambiar dentro del sector energético en los siguientes.

Por Arturo Carranza Guereca 

Sígueme en Twitter:  @Art_Carranza