En lo que va del año nuestra moneda ha sido una de las más castigadas de los países emergentes, mostrando una depreciación cercana al 15%. Aunque son muchos los factores que han influido en su comportamiento tanto de tipo externo como interno, la verdadera causa de la vulnerabilidad del peso viene de nuestras finanzas públicas. De la parte externa la caída en los precios del petróleo ha sido la variable de mayor afectación, no sólo en los últimos meses, sino desde que comenzó la caída en su cotización a mediados del 2014. Otro factor ha sido la posibilidad de que la Fed en EUA incremente más pronto que tarde las tasas de interés, y por si fuera poco, a esto se suma la posibilidad de que el candidato Donald Trump, cuya postura económica es menos favorable para nuestro país, llegue a la presidencia de nuestro principal socio comercial. A lo anterior, habrá que sumarle la posibilidad de un menor ritmo de crecimiento global, y con ello, del comercio mundial, conflictos geopolíticos como Siria, económicos y sociales como el Brexit, financieros como la debilidad del sector bancario en Europa, o sociales como los de América Latina, que generan incertidumbre en los mercados y terminan por generar volatilidad en las divisas, principalmente de mercados emergentes, y particularmente en nuestra moneda. Dependiendo de la fortaleza interna de cada país, es la capacidad con la que una divisa puede afrontar el contexto complicado que se vive a nivel internacional. Actualmente la situación interna en nuestro país se ve complicada y la mala noticia es que no luce mucho mejor en los meses por venir. La Deuda como proporción al PIB ha presentado una tendencia a la alza y esto ha sido la principal razón por la que las calificadoras han puesto en revisión la perspectiva para la deuda de nuestro país. Hasta ahora, la SHCP ha propuesto un recorte al gasto con la finalidad de generar un superávit primario de 0.4% que permita en principio no financiarnos con más deuda y eventualmente al cabo de unos años disminuir la proporción Deuda/PIB. Aunque la medida muestra una señal de compromiso por parte de las autoridades para mejorar dicha posición, creemos que no es suficiente, y será hasta que no se corrija con una mayor reducción al gasto que nuestra moneda encuentre mayor estabilidad. Un menor gasto público ayudará a mejorar las finanzas públicas, sin embargo, el precio a pagar será un menor crecimiento económico. Esto no es todo, la volatilidad observada en el tipo de cambio, recientemente hizo que nuestra moneda alcanzara niveles cercanos a $20.0. Lo anterior, ha provocado el encarecimiento de algunas mercancías e insumos de algunos productores que están denominados en dólares. Hasta ahora, los productores y empresarios han mantenido precios a cambio de sacrificar márgenes para evitar una caída en la demanda, no obstante, esto podría ser insostenible con un tipo de cambio arriba de $20.0, (pese a un ajuste en alimentos, energía, telecomunicaciones, etc.), por lo que las perspectivas de inflación podrían deteriorarse. Ante ello, Banco de México ha incrementado tasas de interés en 1.5 puntos porcentuales en lo que va del año (a 4.75% desde 3.25%, casi un 50% en un año), lo cual pondrá sin duda un mayor freno a la economía, al consumo (el cual ha sido el motor de crecimiento de nuestro país en el último año) y al crédito al subirse el costo financiero (tanto a empresas como al consumidor). Esto último, no es bueno, traerá menores inversiones y con ello una menor generación de empleo. La mala noticia es que lo peor no ha llegado, es probable que hacia finales de año, la FED en EUA incremente sus tasas de interés, por lo que Banxico podría volver a subir tasas en por lo menos otros 25pb, es decir, la tasa de referencia en el mejor de los casos se ubicará en 5.0% para finales de este año, prácticamente en los niveles observados en 2009 y esto sin considerar un triunfo de Trump. Por otra parte, el próximo año será electoral en el Edo de México y preelectoral a nivel federal, por lo que se ve difícil un mayor apretón en las finanzas públicas y se pone en juego la credibilidad gubernamental, lo cual eventualmente podría traducirse en una baja en la calificación crediticia de nuestro país y con ello mayores niveles tanto de tipo de cambio como de tasas de interés, así como el mayor destino de recursos al pago de la deuda. A lo anterior, habrá que esperar a conocer la factibilidad de la reestructura de Pemex, lo cual también podría tener un impacto en la actividad económica pero sobretodo en las finanzas de varios Estados y Municipios altamente dependientes de las actividades petroleras. El escenario para el 2017 no es nada alentador, por lo pronto, los primeros estimados del FMI indican que nuestra economía crecerá en el mejor de los casos a penas 2.3%. Carlos Alberto González Tabares / Director de Análisis de Monex Casa de Bolsa [email protected]/ @carlosgtabares; @monexanalisis;