En las últimas semanas la depreciación del peso mexicano ha estado ligada al desempeño que ha tenido Trump en las encuestas de preferencia de voto. Sin embargo, el peso no se ubica cerca de 20 pesos sólo por el efecto Trump, sino por otros varios factores que han contribuido a la constante depreciación del peso. Esto indica que aun cuando éste factor desaparezca (en el supuesto que Trump no gane las elecciones) existen otros eventos de riesgo por los que el peso tendrá dificultades para apreciarse fuertemente. La moneda mexicana ha pasado por un difícil año. Inclusive, algunos de estos movimientos han ocurrido sin una clara explicación. El peso es altamente sensible a un cúmulo de factores, principalmente globales. En el año, los factores de impacto han pasado desde la caída en los precios del petróleo, el desplome en los índices accionarios globales, hasta el voto Brexit que lo llevó a alcanzar máximos históricos (más por el nerviosismo de los mercados financieros que por la relación comercial entre Reino Unido y México) y la posibilidad de que la Reserva Federal vuelva a subir tasas, entre otras. De hecho, sobre este último punto, la Fed decidió esta semana mantener las tasas sin cambio dejando abierta la posibilidad para un alza más en diciembre sin mucha convicción, lo que ha dado un poco de respiro a la moneda. Y ahora, el fenómeno Trump. Para el propósito de entender mejor los movimientos cambiarios, hay que explicar algunas características principales que tiene nuestra moneda. El peso es de las pocas monedas emergentes que opera constantemente, que es entregable, liquida y donde las autoridades no tienen controles de capitales ni intervienen de manera agresiva e impredecible el mercado cambiario (a cualquier hora en cualquier parte del mundo se puede operar). Esto le ha dado al mercado mexicano la posibilidad de recibir mayores flujos de inversionistas y de ahí que la tenencia de extranjeros en el mercado de bonos M sea de cerca del 60%. También suele ser la moneda de cobertura contra eventos de mayor aversión al riesgo. Al ser la segunda moneda emergente más operada en el mundo (según la última encuesta del Banco Internacional de Pagos, publicada recientemente) y la décima incluyendo las monedas fuertes, la sensibilidad y exposición a varios factores globales es mayor. En conclusión, ser una moneda tan líquida con mercados profundos ha sido a costa de tener mayor volatilidad. Víctima de su propio éxito, en efecto. ¿Pueden hacer algo las autoridades monetarias? Un malentendido común es que las autoridades monetarias tienen como objetivo algún nivel de tipo de cambio; sin embargo, las preocupaciones están más relacionadas con la rapidez con la que la moneda se deprecia en episodios de aversión al riesgo. Banco de México y la Comisión de Cambios (conformada por miembros tanto de Banxico como de la Secretaria de Hacienda) tienen diversas herramientas para hacer frente a la depreciación de la moneda en episodios como el actual. Banxico, como lo hizo en febrero y en junio, puede optar por subir la tasa de referencia haciendo más atractivas las tasas locales y generar mayores flujos hacia la moneda local. La Comisión de Cambios puede decidir intervenir a través de la venta de dólares directamente al mercado, mecanismo que ha usado en diversas ocasiones desde 2008 y la más reciente en febrero de este año. Como siempre, el timing de uso de estas herramientas es fundamental. Es claro que las autoridades no quieren ir en contra del mercado, pero a la vez no quieren dejar que la moneda opere bajo condiciones extremas. El uso de dichas herramientas también tiene sus costos, en particular, el hecho de entrar en un espiral de baja credibilidad frente a los mercados, lo que ocasionaría menor efectividad de éstas acciones y el uso de las reservas internacionales. Por otro lado, tomar alguna acción da la señal de que están atentos a estos episodios. Así, la decisión a la que se enfrenta Banxico el 29 de septiembre es bastante compleja y considero que, a menos de que la depreciación de la moneda siga el mismo ritmo de la última semana, las autoridades decidirán esperar un poco más antes de intervenir, ya que el factor Trump no se disipará sino hasta dentro de poco más de mes y medio. Al peso le suele costar mucho trabajo apreciarse y normalmente los episodios positivos suelen ser opacados por nuevos riesgos. Aun así, en el escenario (nuestro fuerte deseo) de que Trump no gané las elecciones en EUA, el peso podría tener respiro y dejar atrás los niveles cercanos a los 20 pesos. Sin embargo, una vez que este rally termine, otros riesgos vendrán y se apoderarán del peso. Mientras la moneda no deje de ser vista como un aproximado ineludible de la aversión al riesgo, seguirá presentando momentos de fuerte volatilidad y depreciación. Si no es Trump, será la Fed, si no el petróleo, el crecimiento local o cualquier otro factor que ponga nerviosos a los mercados globales. Así ,el peso desafía las leyes de la gravedad y, por lo pronto, no todo lo que sube tiene que bajar.