Huracanes, terremotos, inundaciones, todos los desastres naturales que afectan a millones de personas cada año, paradógicamente no sólo implican pérdidas humanas, del ecosistema y de la infraestructura, en ellos también hay una opción para invertir: los bonos catástrofe.

Esta es una herramienta en la que no importa tanto la evolución de las tasas de interés ni que la inversión se haga en empresas sólidas o prometedoras; en ella la apuesta es que habrá fenómenos naturales extremos que implicarán pérdidas de casas e infraestructura.

Actualmente, los bonos catástrofe son contra terremotos de magnitud extrema y huracanes de gran intensidad; algunos también estás regionalizados, son en específicos para atender los desastres de huracanes en Florida, Estados Unidos, tifones en Japón y sismos, por ejemplo, en México.

Este tipo de instrumentos debutaron en la década de los noventa, cuando el huracán Andrew pasó en agosto de 1992 por costa de Florida y Luisiana, así como por las Bahamas, lo que provocó pérdidas económicas por más de 26,000 millones de dólares y la bancarrota de once empresas aseguradoras.

México es un país con sismos y ciclones frecuentes. Así que no pasó mucho tiempo antes de que también se comenzaran a lanzar este tipo de coberturas a inicios de la década pasa.

¿Cómo funcionan? 

Mejor conocidos como bonos CAT, estos instrumentos los emiten las aseguradoras. Pagan un cupón a los inversionista porque apuestan a que no se producirá un fenómeno natural.

No obstante, si la catástrofe ocurre antes del vencimiento del bono, el inversionista pierde parte o incluso toda su inversión, ya que las aseguradas usan ese capital o parte de él para pagar a los asegurados. 

La ventaja para quien invierte es que presentan poca volatilidad, y su vencimiento va de 3 a cinco años.

Sobre todo, son “relativamente” ajenos a los activos que dependen de un tipo de renta; es decir, que no atienden tanto a las cifras de los mercados ni a la macroeconomía de un país, sino al riesgo de un fenómeno natural que implique a las aseguradoras usar esos recursos.

No obstante es apostar por catástrofes de gran magnitud como los sismos que en septiembre de 2017 destruyeron una gran cantidad de viviendas e infraestuctura en el sureste mexicano y en la Ciudad de México, o como huracanes de la dimensión de Harvey o Katrina.

Aquí se encuentra la letra pequeña, ya que el que un bono deje de recibir el cupón también depende de cláusulas que establecen el grado de intensidad de un sismo para que sea “cobrable” o la velocidad y categoría de un huracán.

Sin embargo, el mercado de este tipo de bonos no es pequeño, dado que maneja alrededor de 90,000 millones de dólares, casi la mitad de ese monto está invertido en los riesgos de la costa de Florida. Tiende a ser un mercado con alta rentabilidad, de acuerdo con el índice de Swiss Re Cat Bond Total Return, con excepción del año pasado cuando la conjunción de dos huracanes de gran envergadura en Estados Unidos y los sismos de México provocaron que este indicador viera una caída de más de 15 por ciento.

Sin embargo, si le parece una buena opción para invertir, puede tener acceso a estos instrumentos a través de fondos de inversión, de acuerdo con datos de S&P Global Ratings, en 2017 había emisiones de este tipo por valor de 86,000 pesos.

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