En medio de un entorno global más volátil derivado de un escalamiento de las tensiones comerciales entre China y EUA y mayores preocupaciones por el crecimiento global, el Banco de México (Banxico) decidió recortar la tasa de interés de referencia en 25 puntos base a 8%. Con esto, Banxico se suma a los más de 14 bancos centrales que están relajando sus condiciones monetarias en las últimas semanas. Este es el primer recorte de tasa desde mayo de 2014, punto de partida de alzas constantes que acumularon 525 puntos base de diciembre de 2015 a diciembre de 2018. Banxico justificó este recorte por el movimiento relativo con respecto a la Reserva Federal (Fed) – quienes recortaron la tasa en la misma magnitud hace tan solo dos semanas. Asimismo, destacan que el crecimiento económico en México se mantiene con sesgo a la baja, mientras que la inflación regresó al rango de tolerancia del banco central (de 2% a 4%) en julio. La decisión no fue unánime, con un miembro de la Junta de Gobierno votando a favor de dejar la tasa sin cambio en 8.25%. El movimiento no fue tan sorpresivo ya que, aunque la gran mayoría de los participantes de mercado, yo incluida, esperaban que el recorte se diera en septiembre, era ampliamente esperado un mensaje hacia este sentido. Lo interesante radica en lo que hará Banxico en las siguientes reuniones, aunque el Gobernador Díaz de León haya confirmado que no es su intención. La realidad es que los mercados se anticipan y necesitan información. ¿Será éste el inicio de un ciclo a la baja? Aunque el mensaje de Banxico fue muy similar al anterior donde no recortaron la tasa y no dio señales claras sobre el futuro, parece que las razones para recortar tasas se mantendrán vigentes en los siguientes meses. Así, este parece el inicio de un ciclo de relajamiento monetario. Por un lado, es innegable que la economía mexicana se desacelera, como lo comenté en mi columna anterior. Y aunque no es el mandato principal de Banxico, las tasas ya resultan muy astringentes para la economía, mientras que la inflación parece dar espacio para relajar las condiciones monetarias. Esta situación se espera que mejore microscópicamente hacia el cierre del año y aun así tengamos un crecimiento muy bajo; en contraste, aunque la inflación general se desacelera, el componente subyacente (la más relevante para Banxico) no consigue bajar más allá del 3.7-3.8% anual. Otro factor, y posiblemente el más relevante y monitoreado, es el tipo de cambio. El peso se ha mantenido relativamente estable en los últimos meses, lo que responde a que las tasas de interés son elevadas (de hecho, de las más altas en mercados emergentes). Esto ha “anclado” al peso; no obstante, si Banxico entra en un ciclo de bajas agresivo, este anclaje se perdería fácilmente, lo que presionaría al peso y por ende, se traduciría en mayor inflación. Esto parece difícil con el nivel actual de tasa al 8%. Sin embargo, si la Fed acelera su ritmo de recortes y el nerviosismo global se incrementa, el peso podría entrar en un ciclo de depreciaciones aceleradas como hemos visto en el pasado. A esto le sumamos que, por las políticas erráticas e inciertas de la actual administración, México ha perdido buen posicionamiento como mercado emergente y es ahora mucho más vulnerable a choques externos. Banxico tiene un panorama complicado y tendrá que ser muy cuidadoso con el mensaje que transmita a los mercados. Si éstos leen que el ciclo será agresivo y acelerado, el escenario inflacionario se complicará. Nuevamente, la credibilidad y herramientas de comunicación de toda la Junta de Gobierno será clave en la segunda mitad del año. Daniela Blancas