La explosión en Tlahuelilpan cimbró no sólo la tierra en el estado de Hidalgo con sus más de 90 personas muertas; también asestó un duro golpe a la base de la 4ª Transformación pues demostró que el Presidente Peña Nieto tenía razón al afirmar que, para un gran sector de los mexicanos, la corrupción es algo cultural. Y es que, de qué otra forma puede explicarse que decenas de personas acudieran a robar, sí, a robar litros y litros de gasolina el pasado viernes importándoles poco la seguridad de los menores que los acompañaron o la propia. Esa conducta hace que el discurso del Presidente López Obrador se caiga a pedazos pues fueron los pobladores, ese “pueblo bueno” quienes provocaron la fuga en el ducto, desobedecieron al ejército mexicano cuando les pedían que mantuvieran su distancia y quienes ahora, sin razón alguna, demandan apoyo por la pérdida de sus familiares. Esa cultura que nos hace siempre sacar ventaja, muchas veces ilegal, de cualquier situación es lo que está combatiendo el Presidente López Obrador en la forma de huachicoleo, en los miles de asesinatos por la violencia y, también, en la manera tan impulsiva de no licitar 571 pipas con un costo de 85 millones de dólares con la justificación de “nosotros no somos corruptos”. El Presidente Andrés Manuel ahora está aprendiendo que gobernar no es lo mismo que ser oposición. Él como comandante supremo de las fuerzas armadas tiene que defenderlas de las ridículas acusaciones de la Comisión Nacional de los Humanos que demandan al ejército por su omisión de no detener a cientos de ladrones pero que, de haber usado la fuerza, también estarían demandando que tenemos un ejército represor. Es preocupante que el Presidente López Obrador siga comprometido con el discurso donde todos son malos excepto ese pueblo bueno que le aplaude y apoya en las plazas. Preocupa porque tal vez no dimensionó de qué tamaño es el grupo de “traviesos” que roban combustible, que transportan y venden droga en el país, pero, especialmente, no sabe que los aliados de estos grupos están en ese pueblo a quien él le ha confiado incluso su seguridad personal. Pero debe preocuparnos más que, aparentemente, ante la total falla de la estrategia de combate contra el robo de combustible, el Presidente sólo tenga discursos y spots de televisión, pero, nada de acciones concretas. En este momento del sexenio aún goza de las bondades de lo que algunos llaman “Luna de miel” con la sociedad; ese momento donde le perdonan todo y apoya cualquier acción que quiera realizar. Lamentablemente para el Presidente López Obrador, la realidad le está diciendo que mucha de su base social es ese mismo cáncer que desea y debe combatir y no podrá seguir dividiéndonos con discursos donde “los de arriba”, “los traviesos” son los malos. El tiempo tarde o temprano pone a todos en su lugar y el Presidente López Obrador le debe reconocer el suyo a su antecesor porque tenía razón Peña Nieto, la corrupción es cultural.