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Bernardo Altamirano

NUEVOS HORIZONTES PARA LAS EMPRESAS EN LATINOAMÉRICA

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La libre empresa siempre ha enfrentado múltiples obstáculos de fondo y forma en Latinoamérica. El espíritu emprendedor ha sido confrontado por corrientes antiempresa, en donde se cuestiona incluso el valor ético de querer hacer negocios y se enarbola la supremacía del Estado en el ámbito económico, productivo y comercial. Los negativos resultados no solo se miden en números de pobreza y de un débil desarrollo de pequeñas y medianas empresas, sino en una muy incipiente cultura emprendedora y mínimos ecosistemas emprendedores. Esta cuestión de principio ha dado pauta a la sobrerregulación, proteccionismo y esquemas tributarios y de gasto público poco eficientes. Por décadas, gobernantes han frenado el desarrollo empresarial e incluso han acusado al sector privado de la pobreza y rezago, pero poco a poco la realidad los desenmascara. Por último, vemos cómo políticas demagógicas han devastado economías e instituciones de diferentes países, y ahora las sociedades han optado por buscar otras alternativas. En este contexto, tenemos que ser prudentes, pues un cambio cultural de esta naturaleza puede tomar décadas, pero hay que impulsar un conjunto de líneas de acción de largo plazo. Además, evidencia que los gobiernos requieren fomentar buenas empresas, no solo para crecer de manera sostenida, sino para impulsar un verdadero cambio social y cultural. En este contexto, fue muy alentador participar en Costa Rica en el VI Foro Internacional de Protección al Consumidor, organizado conjuntamente por el Ministerio de Economía, Industria y Comercio de dicho país, con la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés), en donde se contó con la presencia de autoridades regionales, académicos y empresas, con lo que permite identificar las principales políticas públicas que se impulsan y su impacto en los negocios y consumidores. Si bien se observa que las autoridades cobran conciencia de que medidas proteccionistas no solo no son sustentables, sino que dados sus apretados presupuestos, son muy difíciles de verificar y cumplir. Por estas razones, la mayoría de las agencias están adecuando su visión para aplicar incentivos de mercado. Asimismo, reorientan su enfoque, pues la empresa deja de ser “culpable” a priori, y se convierte en una aliada en cómo interpretar y aplicar la ley en beneficio de los consumidores. Estas señales son un verdadero punto de inflexión en Latinoamérica. Sin duda, un agente clave de todo este cambio es la UNCTAD, quien expuso dos ejes clave de las medidas que el sistema de la ONU ha diseñado y aplica en la región en el marco del “Cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, así como en relación las nuevas Directrices de la ONU en materia de protección a los consumidores. Por un lado, se buscará hacer más énfasis en las empresas públicas, para que sus estándares de relación con los consumidores se eleven y cumplan con los mismos parámetros exigibles a empresas privadas. Este aspecto es de gran relevancia, pues en economías intervencionistas, en donde se han desarrollado múltiples modalidades de empresas públicas, los gobiernos han desatendido la regulación de éstas y se han preocupado en restringir y corregir a los negocios. Este esfuerzo puede tener repercusiones de gran trascendencia, pues elevar los estándares de atención y operación de estas empresas públicas puede repercutir indirectamente en el sector privado. En efecto, el impacto de tener proveedores y servicios públicos de calidad incidirá en elevar los estándares de todo el mercado y en particular, la satisfacción de los usuarios. El segundo eje consiste en desarrollar mejores prácticas comerciales. Este es un cambio de enfoque sin precedentes, pues implica apostar a un cambio cultural y de políticas públicas. Representa reconocer el valor social de la empresa en su sentido más amplio y que mediante el fortalecimiento de la cultura empresarial y de brindar capacitación y educación a los negocios, se genera mayor satisfacción para los consumidores, lo que incide en una cultura cívica y empresarial que genera un mejor entorno social, tal cual como lo reconoció Alexis de Tocqueville: “El comercio hace a los hombres independientes entre sí, les da una noción de su importancia personal, los conduce a conducir sus propios asuntos, y les enseña a conducirlos bien; así, prepara a los hombres para la libertad y los aparta de las revoluciones”. Esta es la visión más integral para Latinoamérica, en general, y para México, en particular: construir condiciones sociales desde la empresa y comercio, para fortalecer capital humano y social que compartan valores y que impulsen un crecimiento más sostenido, y que además sea la fórmula para brindar mayor satisfacción y equidad a los consumidores. Por eso resulta muy importante dar seguimiento a los pasos que dé la UNCTAD y acompañarla en esta trascendente tarea. Bernardo Altamirano Rodríguez @beraltamirano

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